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Tribuna
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Nuevos campeones

La crisis económica ha llevado a la agenda diaria de los medios de comunicación su aspecto más dramático, el relacionado con la destrucción de empresas (más de 150.000 en poco más de dos años) y, por tanto, el inusitado crecimiento del paro, que suma ya más de cuatro millones de personas. Sin embargo, aún con tasas de crecimiento económico negativas, se están produciendo ya operaciones corporativas que merecen dos lecturas: la primera originada por el fortalecimiento que están llevando a cabo algunas empresas para ganar tamaño y presencia en el mercado, y de esa forma adelantarse al final de la crisis; y por otro lado, la protección del empleo que, en términos generales, se deriva de estas transacciones.

Las crisis son periodos ambivalentes: su impacto depende sustancialmente de la situación financiera que presenten los agentes económicos: empresas, trabajadores y consumidores. De ahí, que en paralelo a las trágicas consecuencias que se derivan para algunos de la recesión, se produzcan inevitablemente oportunidades. Del lado de la empresa, como de los empleados, éstas provienen de haber mantenido a raya el endeudamiento y cuidado la estructura de los balances.

El enorme endeudamiento en que han incurrido multitud de empresas y particulares en los últimos años, alentado sin duda por unas excepcionales condiciones financieras, ha puesto a muchas organizaciones y ciudadanos en la tesitura de desprenderse de activos para recuperar su solvencia o verse abocados a la quiebra. Además, en medio de una estructura de precios a la baja, como consecuencia de la caída del consumo y de la inversión, es sencillo llegar a la conclusión de que están empezando a presentarse oportunidades muy interesantes de adquisición de activos.

Quizás resulte impactante señalar esta realidad en tiempos tan difíciles como los que corren para nuestra economía, pero lo que se evidencia es un mecanismo de selección natural en el seno del tejido productivo. El mercado tiene capacidad suficiente para autorregularse y suele premiar a quienes hacen bien las cosas, basando su actuación en criterios de seguridad y prudencia, y castigar a quienes han llevado a cabo una deficiente gestión del riesgo o imprudente análisis de las expectativas.

Quizás por el tamaño de las operaciones, este mercado de adquisiciones de empresas no está teniendo reflejo en las páginas de los periódicos, pero no cabe duda de que se están produciendo compras y que constituyen una buena noticia para el tejido empresarial, para el empleo y la economía en general. Son los nuevos campeones que, en los más diversos sectores, han emprendido su fortalecimiento para estar bien colocados en el momento en que acabe la crisis, y el consumo y los mercados exteriores tiren de la maquinaria productiva.

Olivier Granger. Consejero delegado del Grupo Alten

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