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Tribuna
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2010, una nueva odisea

No nos engañemos, 2010 seguirá siendo la Odisea en el Espacio que Kubrick nos avanzó para 2001. Hemos superado el Armagedon de 2009, cierto, pero no abandonaremos la odisea en el primer año de una nueva década del siglo XXI.

Vamos por partes: a nivel internacional el reto reside en que los Gobiernos acierten en tiempo y forma en la retirada de los masivos programas de estímulos que han hecho posible la incipiente recuperación económica actual, de manera que se consiga sostenibilidad en el crecimiento y se evite el error que cometió en 1937 Roosevelt y, 60 años más tarde, Hashimoto, quienes con la precipitada retirada de los estímulos hicieron retroceder de nuevo sus respectivas economías. Y no olvidemos que la segunda caída suele ser mucho peor que la primera.

El año que llega requerirá de una compleja gestión de elementos antagónicos, pues habrá que combatir la deflación, aunque con un ojo puesto en la posibilidad de inflación y de nuevas burbujas en el precio de los activos, junto con mantener el impulso al consumo, pero reduciendo el déficit. La gestión de esto último plantea otro importante desafío con una deuda pública que no es, ni puede ser, ilimitada, por lo que es muy importante recuperar la disciplina fiscal. Y en algunos países -como la propia España- existe un desafío aún mayor: encauzar adecuadamente las reformas estructurales que doten de competitividad a su modelo productivo.

En 2010 asistiremos a un escenario global donde veremos un mundo a dos velocidades. En primer lugar, una polarización del crecimiento mundial hacia los países emergentes (atención a la burbuja inmobiliaria china), con aumentos del PIB a tasas del 8%.

En segundo lugar, las ricas economías occidentales sobreendeudadas, en las que avanzaremos hacia un escenario, en el mejor de los casos, de débil crecimiento económico, el cual se mantendrá por un período prolongado y sin creación de empleo en los meses más inmediatos. Es posible que en la primera parte del año la recuperación parezca más fuerte de lo que es en realidad, como consecuencia de que estamos saliendo de las profundidades abismales de la recesión.

Lo mejor de 2010 es que el mundo empezará a dejar atrás la crisis -España no, que nadie se equivoque-, y si el foco en el corto plazo fue la estrategia perfecta para la supervivencia, 2010 será el momento de recuperar el pensamiento a largo plazo.

Albert Camus decía: "en lo más crudo del invierno aprendí al fin que había en mí un invencible verano"; así, en los próximos 12 meses veremos empresas de estío, otras a las que les costará un poco más el cambio de estación y finalmente tendremos aquellas que permanecerán inmutables en el invierno hasta desaparecer, al quedar expuestas en 2009 sus debilidades estructurales y de modelo de negocio, los cuales pasaban inadvertidos en tiempos de bonanza. A todo ello no olvidemos unir los excesos de capacidad instalada en múltiples sectores.

¿Y cómo debe evolucionar el pensamiento empresarial para lograr el cambio de estación?

l Resulta esencial saber con claridad a dónde se quiere ir para apuntar todas las baterías y esfuerzos en esa dirección, alineando a la organización. Pero si hay una habilidad clave para el mundo post crisis, ésa es la capacidad de generar ideas y de aprovechar las oportunidades que se presenten.

Lo que a mí más me gusta de esta apasionante época que nos ha tocado vivir es que todo, hasta lo que se consideraba imposible, es ahora factible porque el mundo está reinventándose. En el año próximo veremos oportunidades únicas e irrepetibles y será un must aprovecharlas a través de la innovación en modelos de negocio. Por un lado tendremos la propuesta de valor de la empresa que, sin duda, requerirá ajustes fruto de cómo esta crisis ha cambiado al consumidor y le ha hecho evolucionar hacia uno más frugal que demandará soluciones más asequibles. Por otro, el modelo operativo en el que hay que dar una nueva vuelta de tuerca a cómo conseguimos llegar al consumidor de una forma más rentable.

l Y también aprovechar el sentido de la urgencia que esta crisis nos ha brindado, evitando la ralentización en la toma de decisiones, tan natural en momentos de incertidumbre.

En definitiva, llegan meses creativos en los que tanto los Gobiernos como las empresas tienen que jugar sus papeles para que el invierno se torne verano. Los primeros deben favorecer un entorno socioeconómico adecuado, y los segundos protagonizar la reactivación de la economía.

Susana Quintás.Subdirectora General de Banco Pastor

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