2010 debe ser el año del gran pacto anticrisis
Durante las fiestas navideñas del pasado año se impuso la moda de desear "un feliz 2010". Ya por entonces se vislumbraba que el ejercicio económico al que estamos a punto de echar el cierre iba a ser el peor en décadas. La realidad, tal y como está sucediendo una y otra vez en el transcurso de esta crisis, ha superado, ha sido más dura, que cualquier pronóstico. Un aumento desbocado del desempleo, unas cuentas públicas desmandadas, un sector financiero en plena recomposición y un universo empresarial con serios problemas de acceso al crédito han sido posiblemente las cuatro constantes que han prevalecido en los últimos doces meses. Un panorama realmente complicado. Tan sólo endulzado por la sensación de que por fin se ha tocado fondo y de que en los próximos trimestres, posiblemente este mismo, podamos asistir al primer periodo de crecimiento intertrimestral de la economía española desde el inicio de la crisis.
La cuestión que se plantea ahora es si ha llegado el momento de recuperar el "feliz 2010" y si hay motivos sólidos para que la manida felicitación sea algo más que un mero deseo. Para tratar de despejar la incógnita, CincoDías se ha dirigido a las principales empresas del país, representadas en las que conforman el Ibex, y ha recabado su opinión al respecto. Aunque el optimismo va por barrios, la percepción generalizada es que 2010 será decididamente el año de la recuperación, pese a que la primera parte se prevé singularmente dura. Al margen de los pronósticos sobre la intensidad y el momento exacto de la ansiada recuperación, lo más interesante de la encuesta efectuada entre lo más selecto del mundo empresarial español radica en las pistas, las recetas o las peticiones que esbozan para salir de la crisis con la mayor rapidez y fortaleza posibles.
Pero de entre todo ello, lo que se convierte en un auténtico clamor es la necesidad imperiosa de impulsar un gran pacto entre partidos políticos, empresarios y sindicatos que implique a todos en la resolución de la crisis. Y es que, como ponen de manifiesto algunos de los entrevistados, es necesario más sentido de Estado. Especialmente por parte de los dos grandes partidos políticos. El Gobierno y la oposición andan tan enfrascados en la doctrina del y tú más que no dan el menor resquicio al debate sereno, sosegado y constructivo. Y no sirve como excusa echar la culpa al contrario. La altura de miras que al término de la lamentablemente fallida reciente cumbre de presidentes reclamaba José Luis Rodríguez Zapatero a Mariano Rajoy ha de hacerse notoria en el comportamiento de todos los agentes que tienen algo que ver en el esfuerzo colectivo por dejar atrás la recesión.
Esa altura de miras debe llevar aparejado que los grandes partidos políticos dejen descansar, aunque sólo sea durante unos pocos meses, la máquina de calcular votos y de adivinar hipotéticos repartos de escaños. Aún quedan dos complicados años para que venza la actual legislatura. Y sería un error de incalculables dimensiones que 2010 fuera el año de las reformas inacabadas o de los consensos perdidos. Si España no es capaz de seguir, aunque sea a una cierta distancia, el ritmo de recuperación de los países del entorno, el peligro de permanecer varios años intentado despegar puede convertirse en una triste y amarga realidad.
Al margen de esta petición de consenso político y social, los grandes empresarios defienden la necesidad urgente de emprender un cambio de modelo a fondo. ¿Sobre qué pilares? Básicamente sobre una renovación del sistema educativo que gire y mire hacia fórmulas que acrecienten la competitividad de la economía española; sobre un mercado laboral más flexible y que cercene la dolorosa dualidad que lo caracteriza, y sobre un escenario financiero más ajustado, que cuente con unos bancos y unas cajas más robustas y unas empresas menos endeudadas, de tal manera que el flujo financiero transite sin el peligro de mermar la solvencia de unos y sin riesgo de provocar la asfixia de los otros. Un diagnóstico no sólo acertado, sino autorizado, porque quienes lo realizan están en primera línea de fuego de la crisis. Las reformas son urgentes. No perdamos más tiempo. Nos va demasiado en ello.