Transformar lo verde en oro
China se ha mostrado renuente a ceder en cuestiones de cambio climático, como muestra el estancamiento en la Cumbre de Copenhague. Pero la voluntad de ser duros negociadores no debería interponerse en el camino de las iniciativas verdes. China puede ganar más que el resto de un impulso global hacia un mundo más verde, tanto como usuario de materias primas como exportador en un mercado potencial de un billón de dólares.
China es, con mucho, el mayor productor mundial de paneles solares, que representan más del 40% del suministro mundial. Y tres de las 15 mayores fabricantes mundiales de turbinas son chinas, contando cada una de ellas con una cuota en torno al 4% del mercado mundial.
El mercado de la tecnología verde podría alcanzar el billón de dólares en 2013, según PricewaterhouseCoopers. Si China captara el 10%, una previsión conservadora basada en su cuota de energía solar y eólica, podría cosechar 100.000 millones. Eso es lo que el Grupo de los 77 países en desarrollo ha exigido a los países ricos durante las negociaciones de Copenhague.
Mientras tanto, China tiene una oportunidad de sustituir la caída en las exportaciones de bajo valor con una alternativa más sostenible. Las naciones desarrolladas podrían tener problemas para alcanzar el precio de China -resultado de un gran mercado interno, subsidios, préstamos baratos y bajos costes laborales-.
Hay otra razón por la que debería apoyar un acuerdo mundial sobre la energía verde: es uno de los grandes consumidores de petróleo y materias primas. Por eso se preocupa por la seguridad de la energía y está muy expuesta a las alzas en los precios. Una menor dependencia de los volubles mercados de combustibles hace posible un compromiso verde más que digno.
Wei Gu