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Columna
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Ciertamente, Grecia no es como Irlanda

Darle un porrazo a los banqueros griegos no solucionará los problemas presupuestarios del país. Imponer unos impuestos del 90% sobre los bonus de los banqueros posiblemente sea una medida popular. Incluso hace que Londres, con su supertasa del 50%, parezca un paraíso fiscal. La reafirmación del Gobierno izquierdista de que los funcionarios con bajos ingresos recibirán un aumento real del sueldo también es populista. Pero el plan anunciado el lunes por la noche no es el mejor para restaurar el vapuleado rating del crédito del país.

La promesa de George Papandreu de recortar en un 4% para 2010 el déficit fiscal, que se espera que alcance este año el 12,7%, es un buen principio. La retórica del primer ministro sobre cómo debe cambiar Grecia su estilo de vida para evitar hundirse también es bienvenida. Pero el anuncio carece de detalles. Papandreu prometió un recorte del 10% en el gasto de seguridad social, pero no dijo cómo acometerlo.

Prometió también un plan de privatización, pero no dijo qué se vendería. Y prometió que 4.000 millones de euros, o un 2% del PIB, vendría de una subida de impuestos. Mucho de esto se supone que provendrá de medidas enérgicas contra la evasión de impuestos. Que tenga buena suerte. Tal y como admite el propio Papandreu, la corrupción es una auténtica plaga en Grecia.

Parece que el primer ministro no tiene la habilidad de hacerle frente a los sindicatos y al ala izquierda de su partido. Es normal que los inversores no se sorprendan. El margen entre los bonos gubernamentales griegos a 10 años respecto a los alemanes se amplió en otros 40 puntos básicos tras su discurso.

Grecia puede pasar raspando, pero Papandreu está tomando riesgos con su futuro. El país no sólo necesita evitar otra rebaja en la calificación del rating de su crédito. A finales de 2010, el Banco Central Europeo planea retirar algunas de sus medidas especiales de liquidez. Si el rating de Grecia no mejora para entonces, sus bonos no serán aptos para refinanciarse.

Muchos piensan en Grecia que el país no es como Irlanda, y que por tanto no necesita responder a su crisis fiscal con los mismos recortes salvajes. El problema es, de hecho, que Grecia no es Irlanda, y que como no tiene la intención de apretarse el cinturón, cosa que sí que pasa con la isla, será mucho más vulnerable a cualquier futuro shock.

Por Constantine Courcoulas

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