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Tribuna
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Cautela sobre el declinar de Estados Unidos

La crisis financiera global, que muchos atribuyen a EE UU y al modelo de economía anglosajón, ha vuelto a poner en la palestra el supuesto declinar de EE UU. El éxito relativo de China sorteando los efectos más perniciosos de la crisis y el gran éxito de su economía durante la última década han llevado a muchos a postular que China se ha convertido en la gran amenaza para el poder hegemónico de EE UU.

Ya no caben dudas de que las políticas desregulatorias de las tres últimas décadas, la ingeniería financiera que llevo a la creación instrumentos opacos y de alto riesgo, el desenfreno del consumo y el endeudamiento, así como las decisiones de la Reserva Federal de ignorar las burbujas de activos han sido en gran parte los causantes de la crisis actual. El efecto de estos errores se sigue dejando notar por todo el mundo, y especialmente en EE UU done los niveles de desempleo ya han sobrepasado el 10%, cifras desconocidas durante décadas.

El impacto de la crisis sobre las cuentas públicas de EE UU es también devastador: se espera que el déficit supere el 12% del PIB, y como analizamos en un anterior artículo, es una de las razones de la caída del dólar. Estos datos le convierten en un coloso con pies de barro por el tamaño récord de su deuda internacional y por el hundimiento de su moneda.

Este deterioro tan marcado de su economía ha llevado a muchos observadores a postular que el final del dominio global de EE UU está cerca. Desde un punto de vista económico, el mundo era multipolar desde hace décadas. Esto es inevitable: con China, la India, Brasil y otros países en desarrollo creciendo rápidamente y cerrando la brecha con los más ricos, EE UU tiene necesariamente que experimentar un declinar económico relativo al descenso del porcentaje de su PIB respecto al total global, incluso si sigue siendo la mayor economía en términos absolutos.

Pese a todo es necesario, como recordaba recientemente el FT, ser cautelosos con estas previsiones sobre el declinar de EE UU, ya que estos argumentos ya se han repetido anteriormente. En los años 80 cuando EE UU se convirtió por vez primera en un deudor internacional y los productos y compañías japonesas arrasaban en ese país, muchos pronosticaban la caída del país y la emergencia de Japón como nueva superpotencia económica. Las últimas dos décadas han puesto estas previsiones en su sitio y demostrado lo aventurado y apresurado de estas observaciones.

La pregunta es si estos argumentos eran prematuros en los 80 y EE UU está entrando ahora en una fase de declinar inexorable. La principal preocupación es la sostenibilidad de la situación fiscal del país. La historia demuestra, como bien sabemos los españoles, que en el largo plazo hay una gran correlación entre la capacidad productiva y de recaudación de los países y su fortaleza militar. Dada las proyecciones fiscales (se espera que la deuda llegue al 85% del PIB en 2019 y que la deuda externa aumente un 140% para 2030) hay razones para la preocupación. Es por ello que los mercados están esperando ansiosamente a la respuesta del Gobierno de Obama para corregir este importante desequilibrio. Ese será el gran reto.

Pese a todo hay que recordar que muchos de los factores que han hecho este país exitoso -la gran capacidad de innovación y asunción de riesgo, la educación superior, los altos niveles de productividad, la capacidad de trabajo de los norteamericanos, la flexibilidad y agilidad de sus empresas, y su modelo incomparable de investigación y desarrollo- siguen siendo tan válidos ahora como lo han sido en las últimas décadas. Y además su poderío militar sigue siendo incontestable: el presupuesto militar en 2008 fue de 607.000 millones de dólares, la mitad del gasto militar del mundo.

Si el Gobierno de EE UU da una respuesta adecuada a la crisis fiscal (como ya hizo en una coyuntura más favorable a primeros de los 90), y los estadounidenses cambian sus hábitos de consumo, ahorran más, y continúan con su gran capacidad productiva y de innovación, no hay razones que hagan pensar que no puede seguir siendo la potencia dominante en las próximas décadas.

Sebastián Royo. Catedrático y decano en la Universidad de Suffolk en Boston

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