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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Japón también va por libre en las divisas

El Banco de Japón anunció ayer una nueva inyección de liquidez en su sistema financiero, en una maniobra monetaria que refuerza la política expansiva practicada, de forma unilateral, durante los últimos 15 años de forma casi ininterrumpida, pero ahora bajo cierta presión del Gobierno. En concreto, ha anunciado una inyección de más de 77.000 millones de euros, relajando notablemente los colaterales exigidos, en lo que puede interpretarse como una maniobra más de expansión cuantitativa, pese a que expresamente las autoridades monetarias niponas lo nieguen.

Las explicaciones oficiales se concentran en la lucha contra la deflación, que mantiene viva su amenaza en la economía japonesa; la parálisis de la actividad, y un soterrado auxilio de la divisa, que se aprecia contra el dólar minando las posibilidades de una economía manufacturera y netamente exportadora. La primera lectura confirma, por tanto, que la economía japonesa sigue sin pulso, y que la recuperación ni ha llegado ni se espera en los próximos trimestres, lo que convierte en arriesgado eliminar los incentivos a la actividad. Así, Japón se aferra a las tesis del G-20, que considera prematuro eliminar los estímulos. Pero pese a las peticiones de los bancos centrales de que sería razonable retirar lentamente la expansión monetaria, la intensifica.

Lo más llamativo de la decisión del Banco de Japón, tomada en reunión extraordinaria, es la indisimulada inyección en defensa de un tipo de cambio del yen. La reiterada apreciación de la divisa había desatado las críticas del Gobierno y de los industriales, por considerar que únicamente el yen, y también el euro, están absorbiendo la depreciación del dólar, mientras que divisas con creciente peso en el comercio mundial, sobre todo el yuan chino, mantienen una discreta posición competitiva.

China y EE UU sostienen un equilibrio inestable en la evolución de sus divisas: alimenta las expectativas de unos como tenedores de cuantiosos volúmenes de deuda emitida por EE UU, a la vez que un precio competitivo para las exportaciones chinas, y da plenas garantías a la primera economía del mundo sobre la sostenibilidad de su creciente déficit financiero. La economía mundial no está en condiciones de someterse al mercado para ajustar los precios de las divisas, porque la crisis financiera no está resuelta. Pero carece de toda lógica de equilibrio que China maniate su divisa por decreto si pretende jugar a una economía comercial libre, mientras carga sobre monedas de economías maduras e igualmente dependiente de sus exportaciones la depreciación del dólar. Ha llegado el momento, antes de que las desviaciones de yen y euro sean irreversibles, de buscar un mecanismo de intervención consensuado que reparta los sacrificios y evite una segunda vuelta a la crisis financiera, una vez superado el riesgo cierto de gran depresión.

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