"Hace diez años era insólito que el cliente discutiese los honorarios"
Ambos aseguran que prefieren prevenir conflictos a resolverlos. Con 30 años a sus espaldas, el bufete fundado por Juan Antonio Sagardoy y gestionado por su hijo Íñigo es el gran referente del derecho laboral español.
En el confortable despacho que Juan Antonio Sagardoy ocupa en la planta superior del número 27 de la calle Tutor hay un antiguo reloj de pie que forma parte de su colección personal. "Reconozco que soy un apasionado de los relojes. Como ahora hay una industria fantástica de imitación, me gusta comprar copias y mezclar los buenos con los malos. Mis hijos se vuelven locos, porque no saben cuál es cuál", comenta con humor. El presidente del bufete Sagardoy, que el pasado viernes recibió el premio de la Asociación Nacional de Abogados Laboralistas (Asnala) al Mejor Abogado Laboralista Español, y su hijo Íñigo Sagardoy, socio director de la firma, reconocen que con la crisis ha aumentado la carga de trabajo del bufete, aunque también lo han hecho las dificultades económicas de algunos clientes y la presión a la baja sobre los honorarios.
Laboral y concursal son dos de las áreas que están experimentando un auge en el mercado como consecuencia de la crisis. ¿Es ésta una buena coyuntura para el bufete?
Íñigo sagardoy. En cierto sentido sí, pero todo tiene su cara y su cruz. Por una parte, efectivamente hay más negocio; por otra, las empresas aprietan más en cuanto a honorarios. Algunas no pagan, otras quiebran. Este año cuatro o cinco clientes nuestros han tenido dificultades.
Juan Antonio Sagardoy. Afortunadamente la mayoría son solventes, pero ha aumentado la morosidad. Y también es cierto que nosotros no somos masoquistas, lo que nos gusta es el trabajo de prevención, no el que tenemos que hacer ahora. Porque esto, al final, es como cuando llega una epidemia. Aparecen los médicos y no tienen más remedio que curar a los enfermos, pero su labor no es grata.
¿Están presionando mucho los clientes para bajar los precios?
J. A. S. Yo creo que no mucho más de lo que ya lo hacían en los últimos años. Hace diez años nadie discutía los honorarios a un abogado, resultaba insólito hacerlo. Existía un respeto casi reverencial, los clientes te invitaban, eran ellos los que te regalaban en Navidad. Ahora somos nosotros los que regalamos y los que invitamos. Los clientes nos discuten los precios y realizan subastas de servicios legales. Piden tres o cuatro presupuestos y, después, te lo dicen.
Í. S. Quizá algunas empresas se están aprovechando de la situación. Venden a los bufetes la idea de que están en un momento difícil y los despachos se afanan todo lo que pueden para reducir honorarios. El cliente presiona mucho.
Hablando de honorarios, hay un cierto debate ahora sobre el modelo de facturación por horas.
Í. S. En mi opinión, la facturación por horas es una herramienta de gestión muy adecuada para los grandes bufetes. Y creo que es más útil para el bufete que para el cliente. Pero también es cierto que es algo muy difícil de cuantificar. Uno puede tener en cuenta las horas que está escribiendo un informe, pero las horas que ha dedicado a pensar en el tema o a contrastarlo con otros compañeros no pueden cuantificarse. Por eso hay una tendencia cada vez mayor, sobre todo en los despachos medianos y en algunos grandes, a facturar por asuntos y por éxito.
J. A. S. En general hay que decir que la influencia de los bufetes anglosajones en algunos aspectos ha sido muy positiva en este mercado, pero en otros ha resultado nefasta. El modelo anglosajón es muy eficaz cuando se habla de grandes dimensiones, de los grandes bufetes, sobre todo de los transnacionales. Y en la medida en que en España algunas firmas tienen ya esa gran dimensión, es algo muy positivo. Pero cuando el modelo se traslada a despachos más pequeños, el tema cambia. Un despacho de 10 o de 20 abogados tiene muy poco que ver con un despacho de 2.000.
¿Cuál es la diferencia de fondo entre ambos modelos?
J. A. S. Una de las principales virtudes que tiene un abogado es el contacto cálido con el cliente. Y eso en la medida en que te vea estandarizando, te haces grande, en cierto modo se pierde. No estoy diciendo que el abogado en concreto no intente tratar en cualquier caso al cliente con calidez y con humanidad, pero se hace más complicado. Se pierde algo, que para mí es esencial en la profesión, que es la confianza personal en el abogado. No sólo en su preparación, sino en su persona. Yo no llego a decir aquello de que somos como un sacerdocio, pero evidentemente se trata de una relación especial.
Sagardoy Abogados cumple 30 años. ¿Cómo ha cambiado la profesión en los últimos años?
J. A. S. Es evidente que el saber se ha estandarizado gracias a internet. Un abogado que se preocupe de tener medios informáticos sabe cuál es la última sentencia que ha publicado el Tribunal de la Haya sobre un tema o qué es lo que ha dicho el Tribunal Supremo sobre otro. Antes había una competencia muy positiva entre abogados por estar al tanto de lo que los demás no conocían. Yo comencé a usar gafas por leer el Aranzadi, todos acabábamos con gafas porque leíamos horas y horas. Hoy le damos a una tecla y nos sale toda la información sobre el tema que buscamos.
Í. S. También es cierto que hoy nuestra labor requiere de una especialización tremenda. Hace unos años se decía que un despacho especializado no podía tener futuro porque las empresas eran cada vez más complejas. Pero lo que estamos viendo es que como hay cada vez más normativa y su complejidad aumenta, cuanto más especializado se esté mejor servicio se puede dar. Han aumentado los especialistas en el mercado, en muchos casos fruto de la segregación de grandes despachos.
La creación de la red de despachos Ius Laboris en 2001 ha implicado una apuesta por la internacionalización.
Í. S. Sí. En un determinado momento nos dimos cuenta de que un despacho local y especializado como el nuestro podía tener futuro y podía ser rentable, pero no iba a estar en los grandes temas ni a la larga se hubiera mantenido como un despacho importante sin dar el paso de la internacionalización. A pesar de nuestra especialización, casi todos los asuntos tienen hoy un componente internacional, porque la empresa se ha globalizado. Por eso apostamos por la creación de Ius Laboris, donde fuimos socios fundadores con otros despachos.
¿Cómo es de fácil o de difícil trabajar juntos siendo padre e hijo?
J. A. S. Afortunadamente es muy sencillo, porque no hay disensión de criterios entre nosotros. La única disensión, por decir algo, es que a mí me gusta este estilo de despacho tradicional y a Íñigo le atraen modelos arquitectónicos más funcionales. Además, como es natural, yo cada vez voy dejando más la ejecución. Aspiro a convertirme en la fuente de los sabios consejos de la experiencia, siempre en la medida en que me los pidan.
Í. S. Yo creo que es algo muy fácil. Cuando tienes una muy buena relación y encima admiras profesional y personalmente a tu padre, trabajar juntos es una bendición.