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Columna
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En México huele a posible crisis

La bajada de categoría de Fitch del rating de México hasta BBB el 23 de noviembre fue una advertencia. México tiene demasiados problemas como para seguir como si nada.

La producción de crudo de Pemex, el monopolio estatal, ha sido de 2,61 millones de barriles diarios en 2009, un 7% menos que en 2008 y un 22% menos que en 2004. Aunque Pemex presupuestó 19.000 millones de dólares para la exploración de aguas profundas en 2009, no se han encontrado nuevos pozos y la compañía tiene una deuda de 50.000 millones. El Congreso rechazó en 2008 una propuesta del presidente Felipe Calderón para permitir la entrada de inversión extranjera en la exploración petrolífera.

Pemex necesita ayuda. Su producción está decayendo y sus exportaciones bajan aún más deprisa -un 13% desde 2008 y un 35% desde 2004-. Con la población mexicana creciendo a un ritmo del 1,1% anual, el consumo doméstico está destinado a crecer con el tiempo, aunque la crisis lo haya hecho encoger este año. La única buena noticia para el Gobierno mexicano, que depende enormemente de los ingresos de Pemex, es que el precio del crudo está muy por encima de los 59 dólares establecidos como base de cálculo de los presupuestos.

México se enfrentará en pocos años a una seria crisis fiscal. La distribución desigual de riqueza y la alta evasión de impuestas sitúa los ingresos estatales en un 10,8% del PIB si descontamos la aportación de Pemex. Encima, la productividad del país sigue por debajo de los niveles de 1980.

Aunque el partido más promercado de México lleva en el Gobierno desde 2000, ha conseguido poco, especialmente en cuanto a Pemex. No ayuda el hecho de que la legislatura esté controlada por la oposición. Aunque lo fundamental aquí es la persistencia en el país de una tradición política estatalista y antimercado, salpicada de altas dosis de crimen y corrupción. No es probable que haya cambios reales sin que los propicie una crisis, que podría llegar pronto.

Por Martin Hutchinson.

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