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Errores de bulto sobre Van Rompuy

Quizá estamos cometiendo más de un error quienes estamos escribiendo estos días sobre la elección de Van Rompuy.

Tal vez se deba a la ceguera provocada por el total desconocimiento del personaje hasta unas horas antes de que el pasado jueves 19 fuera elegido como primer presidente del Consejo Europeo. O tal vez, en el caso de los comentaristas anglosajones, responda a la frustración por haber visto descalbagado a su mediático exprimer ministro, Tony Blair. O al rencor por haber sido los últimos (por detrás de la prensa belga, francesa y española) en enterarse del pacto urdido por Angela Merkel y Nicolas Sarkozy, a espaldas de Gordon Brown, para apostar por el primer ministro belga.

En todo caso, 72 horas después de la sorpresa, llega el momento de empezar a corregir los errores. Por los menos, los que son de bulto.

El primero, y más generalizado, es que los grandes han elegido a un personaje que no les haga sombra. Nada más alejado de la realidad. El más grande de todos, Nicolas Sarkozy, peleó para colocar a Tony Blair, sin el menor temor a verse ensombrecido. El presidente francés deseaba un personaje de peso para que quedase claro que en la Unión Europea no manda el presidente de la Comisión. Ese ha sido el objetivo de París desde que hace 30 años Giscard d'Estaing creó el cónclave de primeros ministros que ahora se ha convertido de manera oficial en el Consejo Europeo. El mismo Giscard incorporó al frustrado proyecto constitucional la llamada propuesta ABC (por sus autores, Aznar, Blair y Chirac, el orden de los tres factores, grandes, no altera el producrto), que establecia la figura de un presidente del Consejo Europeo.

En realidad, quienes temían una presidencia demasiado vistosa eran los países pequeños y Berlín, aunque por distintas razones. Los primeros porque temen un directorio del eje París-Berlín-Londres concertado por un presidente surgido de un gran país. Por eso apoyaron hasta la noche del 19 a Jean-Claude Juncker, primer ministro de Luxemburgo, el segundo país menos poblado después de Malta.

En el caso de Alemania, las reticencias no se deben a supuestos celos respecto a Bruselas. Sería un poco extraño que la canciller de la mayor economía de Europa y la tercera del mundo temiera verse superada por una figura sin poderes concretos ni legitimidad democrática. El rechazo de Berlín, que ya lo manifestó antes de que se crease el puesto, se debe a su deseo de preservar el fragil equlibrio institucional (Comisión-Consejo) que sustenta la Unión Europea.

La victoria final de las tesis alemanas rebaten, de paso, a quienes aseguran que la elección de Van Rompuy supone la derrota del interés comunitario. Basta leer la tribuna de Jacques Delors, publicada el mismo día 19 en el Financial Times, para comprobar que los deseos de las personas reconocidas como abanderados del europeísmo quizá no coincidan del todo con la elección de Van Rompuy, pero desde luego, rechazan de pleno la de Tony Blair.

"El presidente estable de la UE sólo será útil si facilita el debate al má alto nivel sobre el futuro de Europa", escribía Delors horas antes de la elección. Y añadía que "sería una penosa interpretación del Tratado de Lisboa si se eligiese a una persona que se considerase a sí misma como presidente de Europa".

Se han cometido otros errores de bulto en la valoración del nombramiento. Pero esta entrada se alarga demasiado así que sólo mencionaré uno más. El que califica a Van Rompuy como una mera correa de transmisión de los grandes países. Si se dice en sentido peyorativo, ya hemos visto que es todo lo contrario: los países pequeños se fían más de uno de los suyos. Pero si se acepa el argumento en sentido positivo, quizá eso es lo que fue Delors en su día, una correa de transmisión, y todavía se le añora. El francés supo plasmar negro sobre blanco las voluntades políticas de Berlín y París que permiteron crear el mercado único y el euro.

Foto: Herman Van Rompuy y Fredrik Reinfeldt, momentos antes del Consejo Europeo del 19 de noviembre de 2009. (Autor: Christos Dogas, para la presidencia sueca de la UE).

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