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A fondo

Lluvia de millones en el sorteo presupuestario

Recién finalizado el debate presupuestario en el Congreso, vuelve a constatarse que se parece cada vez más a un sorteo de Lotería, una comparación que viene al pelo ahora que se acerca la Navidad y el Gobierno ha decidido aprovechar este trámite para romper el monopolio que ejercen desde tiempos inmemoriales las tradicionales administraciones callejeras en la venta de billetes. Los premios de última hora han caído en Navarra y Cataluña. Y se preguntará el lector ¿por qué sobre estas dos comunidades? La respuesta no deja de ser curiosa: el PSOE necesitaba los dos votos de Nafarroa Bai y de Unión del Pueblo Navarro, sobre todo, además de los tres de Esquerra Republicana, para que prosperara, el pasado jueves, la nueva financiación autonómica. El coste de respaldar una ley que a Navarra, gracias al privilegio foral, ni le va ni le viene, no iba a ser cero.

Ninguna crónica ha detallado lo contentos que se pusieron la semana pasada los responsables del Orfeón Pamplonés, de la Coral de Cámara, de la Federación de Coros de Navarra o del Teatro Clásico de Olite, agraciados junto a otras activas asociaciones e instituciones culturales con más de seis millones de euros en el sorteo presupuestario que tuvo lugar en el Congreso bien entrada la noche del miércoles. Tampoco hay constancia de si los responsables del Campus Motor de l'Anoia, de la Residencia Gent Gran Josep de Santpedor o del mercado municipal de Tarragona recibieron su suerte brindando con champán. El platillo que Esquerra Republicana de Cataluña pasó a última hora arrancó a los Presupuestos del año que viene 15 millones de euros, suma que, para un proyecto de ley que incorpora más de 185.000 millones de gasto no financiero, ni siquiera llega a la categoría de propina. La primera conclusión provisional que se ha extraído en el Grupo Socialista es obvia: el ejercicio de la geometría variable resulta barato para el Gobierno, aunque más adelante veremos como puede llegar a quemarle.

El portavoz del PSOE en el Congreso, José Antonio Alonso, invitó el jueves a comer al veterano diputado socialista Francisco Fernández Marugán, el único que durante todo el trámite presupuestario se ha metido las tripas de las cuentas del año que viene en la cabeza. Tanto es así, que una joven diputada socialista, admitía medio en broma, medio en serio: "Si Marugán coge la gripe A, nos quedamos sin Presupuestos". Al final, la temida dolencia sólo ha hecho mella en dos diputados del PSOE que, por fortuna, ni pinchaban ni cortaban en el debate presupuestario.

Quien sí ha vuelto a hacer oír su voz bastante fuerte ha sido el Partido Popular, sobre todo para dos cosas. La primera, para denunciar abiertamente que estos Presupuestos traerán menos actividad económica y más paro y, la segunda, para acentuar la opacidad con la que se ha llevado a cabo la negociación desde el Gobierno con los grupos pequeños. Vamos, que el sorteo y la lluvia de millones que ha repartido, ha vuelto a estar manipulado. Ocurre que la denuncia del PP ha tenido una coherencia de corto recorrido porque el primer partido de la oposición también arrastra sus propias debilidades. La principal y más inmediata tiene que ver con el secretismo con que pactó con el PSOE y con CiU la enmienda que permitirá a las concesionarias de autopistas compensar con creces el esfuerzo que hicieron en su día para construir estas infraestructuras debido al alto coste de las expropiaciones. Sin que ninguno de los grupos que estaban en el ajo haya tenido el más mínimo interés en publicitar el acuerdo, éste se ha traducido al final en la generosa aportación de 250 millones de euros en créditos participativos que las empresas afectadas tendrán que reintegrar a las arcas estatales en condiciones ventajosas. Cuando dentro del propio PSOE se ha conocido este favor a las concesionarias, no todo han sido elogios hacia el Ministerio de Fomento, principal promotor de la iniciativa en concurso con el nacionalismo catalán. Entre otras razones, porque el tiempo ha venido a demostrar que la eliminación de la ley de Acompañamiento de la que tanto presumió José Luis Rodríguez Zapatero en 2004 ha terminado teniendo sus trampas.

PNV

El PP, permeable en esta ocasión a las exigencias de las concesionarias de autopistas, ha sido la formación que más ha criticado, por ejemplo, el blindaje del Concierto Económico vasco, origen del pacto presupuestario alcanzado por la vicepresidenta económica, Elena Salgado, con el PNV. Y el mismo día en que se aprobaba en el Congreso la nueva financiación autonómica, pocas horas después de la votación presupuestaria, metía un gol por la escuadra a la Seguridad Social permitiendo que los trabajadores víctimas de expedientes de regulación discontinuos puedan poner el contador a cero cada vez que llaman a las puertas del Inem, con la sangría que ello supondrá para las prestaciones por desempleo. La iniciativa, con el copyright del PNV, ha sido bendecida por el PP y el resto de los grupos del Congreso, con la única excepción del PSOE. Y lo malo es que muchos de ellos no son conscientes de la trascendencia de lo que han votado, ya que una ley concebida para fomentar el empleo va a servir, paradójicamente, para lo contrario.

Si algo ha vuelto a demostrar este año el debate presupuestario es la urgencia de cambiar su formato, tan opaco como disparatado. Y, en paralelo, lo que el Gobierno ha aprendido es que con las alianzas de geometría variable juega, al final, con fuego. A mediados de mes, el foco de atención se trasladará al Senado, donde Salgado estaría encantada de que prosperara el veto del PP y CiU, necesitado esta vez, por razones aritméticas, de la colaboración de otros grupos. Si el veto triunfa, como es más que probable, el PSOE no tocará una sola coma de los Presupuestos y el sorteo habrá finalizado coincidiendo, casi, con el extraordinario de Navidad. ¡A jugar!

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