Desarrollar viveros de bioempleos
La situación económica a la que nos enfrentamos a nivel global, y más específicamente en España, nos lleva a una conclusión inmediata: no se trata de una crisis más, sino de un seísmo de tan alta magnitud que está generando un cambio de paradigma en el modelo económico en el que nos tendremos que desenvolver en los próximos años. La primera idea clave es que ya nada va a volver a ser igual, es más, debemos luchar por que así sea. Ha quedado claro que basar el crecimiento y el desarrollo de un país en actividades intensivas en mano de obra de baja cualificación o intensivas en un capital del que no disponemos es una forma de empobrecerlo a medio plazo y, lo que es peor, de engañarnos a nosotros mismos.
Precisamente ahora, la esperanza de muchos sectores de actividad es reenfocarse hacia un desarrollo basado en la sostenibilidad, no sólo desde el punto de vista medioambiental, sino -lo que para mí es más importante- desde un punto de vista social y de igualdad de oportunidades.
Lo verde y lo azul aparecen cada vez más en la cultura corporativa de las empresas, como seña de identidad de una estrategia orientada a la sostenibilidad. En el Dow Jones Sustainability Index aparecen cada vez más empresas españolas de distintos sectores, en algunos casos en posiciones de liderazgo, como son energía, infraestructuras o medio ambiente, pero que dan una idea de las posibilidades de un país que apueste nítidamente por sectores de actividad orientados al desarrollo sostenible.
Siguiendo con la filosofía de los colores, tal y como hace una conocida compañía de energía eólica española en su logotipo, es en el naranja donde está la clave del éxito: las personas, su entorno, su conocimiento y su capacidad emprendedora. Esto queda patente en el hecho de que las empresas españolas que aparecen en el DJSI son compañías globales con presencia en los cinco continentes, con una reputación de altísima calidad en los mercados en los que operan. Son empresas con una reconocida capacidad en sus niveles directivos, pero que apuestan por las personas, fomentando el desarrollo del conocimiento y el espíritu emprendedor.
Este es, sin duda, un magnífico ejemplo que debe ilustrar a los responsables de definir nuestra estrategia como país a la hora de abordar el futuro, porque son ejemplos claramente aplicables a todos los sectores de actividad, desde los más básicos, como es el agropecuario, pilar de algo tan básico como es la alimentación, pasando por sectores industriales en los que se puede fomentar la I+D+i hacia productos más limpios y eficientes, para llegar a las tecnologías de la información, las telecomunicaciones, biofarma o la sanidad. Las posibilidades de innovar en sectores en los que hasta ahora se ha basado la economía de nuestro país, como puedan ser la construcción, la automoción o el turismo, por poner tres ejemplos fáciles de entender, son infinitas. Si a lo anterior le unimos la demanda de un sector servicios, en el más amplio sentido de la palabra, orientado hacia la sostenibilidad, las posibilidades se multiplican de forma exponencial.
Pero para poder desarrollar esos viveros de bioempleos hay que trabajar, a corto plazo, en un aspecto esencial como es la formación con el objetivo de reciclar a los que están perdiendo su empleo, y a medio plazo, en un sistema educativo eficiente que no esté orientado exclusivamente a la formación de expertos, sino que, independientemente de la especialización, apueste por impregnar al sistema de un enfoque emprendedor y una visión gerencial de la formación recibida. De esta manera se generaría una dinámica creadora y de desarrollo de liderazgo, que puede cambiar la faz de un país en una generación. Este no es un proceso nuevo para nosotros, porque es lo que le ha pasado a España en los últimos 25 años, pero ahora es el momento de pisar el acelerador y abrir una puerta a la esperanza.
Luis José Murillo. Director general de Odgers Berndtson