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España es muy diferente

Nuño Rodrigo - 05/11/2009

La inquietud respecto a las cuentas de la banca española es comidilla del mundo financiero. Suena un tanto raro que, de marzo a junio, la mora hipotecaria se haya estancado -pasando del 2,86% al 3%- y la del crédito a promotor haya repuntado tímidamente del 7,8% al 8,1%. Eso, en un trimestre en el que la contracción económica alcanzó el 4,2%, con más de cuatro millones de parados y un mercado inmobiliario colapsado. Es una de esas ocasiones en las que hay que aplicar la vieja máxima de dudar de aquel que no tiene dudas.

Es evidente que los bancos no quieren que suba la morosidad. Y que van a forzar la máquina para retrasar las entradas en mora. Y que el Banco de España no permitirá, o no debería permitir, que se incumpla la normativa. Y es igual o más evidente que quien este año ha tenido problemas para pagar la hipoteca -sea promotor o hipotecado-, los seguirá teniendo en 2010, y quizá en 2011. Es una cuestión de léxico; se puede denominar mora oculta o mora embalsada, pero existe un efecto, al igual que la EPA minimiza el alza del paro por el efecto del trabajador desanimado.

La crisis española es diferente. No nos encontraremos con agujeros fuera de balance como los vistos en entidades extranjeras, pero la digestión de la burbuja será larga y pesada. La crisis tiene mucho más que ver con la idiosincrasia nacional que en otros países del entorno, y eso se refleja en la diferente situación de la banca, pese a la labor del Banco de España.

Por estas cosas España es diferente. O por otras, como el insólito hecho de que, tras lustros de crecimiento a golpe de hormigonera, endeudamiento masivo y productividad por los suelos, se debata si las vacaciones fiscales de las que disfrutan unas decenas de extranjeros extremadamente acaudalados -trabajen en pantalones cortos o en traje- pueden o no mermar la productividad del país. Como si la ley Beckham convirtiese las promociones vacías en un Silicon Valley.

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