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Tribuna
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Suspenso en economía digital

En nuestro país uno de cada dos consumidores consulta la web 2.0 para tomar sus decisiones de compra. Más del 40% de los internautas compran a través de internet. Este es, sin duda, un panorama alentador para cualquier compañía, pues pone a su disposición un mercado de millones de consumidores. Sin embargo, y aquí encontramos la primera gran contradicción, sólo el 57% de las empresas españolas poseen web que, en la mayoría de los casos, es un mero escaparate. El porcentaje se reduce aún más cuando se trata de determinar cuántas organizaciones utilizan o aprovechan alguna herramienta de la web 2.0 que les permita el diálogo y la interacción con sus clientes.

¿Qué está ocurriendo? ¿Por qué la empresa española no aprovecha la revolución digital que estamos viviendo? La primera causa está clara: por puro desconocimiento. Quizá se trate de un problema generacional. Muchos cargos directivos apuestan por un modelo de negocio tradicional, ese que les ha dado buenos resultados durante años, y se muestran reticentes a explotar las múltiples posibilidades que ofrece internet y que afectan a todas las áreas de la empresa, desde presidencia, marketing, recursos humanos, ventas, producción, etcétera.

En otro plano, nos encontramos otras limitaciones que suponen un handicap para las empresas que pretenden iniciar su andadura digital. En primer lugar, contamos con las leyes más restrictivas de Europa para poder desarrollar los negocios a distancia. La normativa aplicable en materia de bases de datos, la Ley Orgánica de Protección de Datos (LOPD), entre otros aspectos negativos, establece unas sanciones sumamente elevadas y desproporcionadas para determinado tipo de infracciones.

Pero desde el punto de vista del soporte, España también sufre grandes carencias. En la actualidad, los consumidores españoles son los que más pagan por una línea ADSL, lo que ha incidido en que la penetración de internet en los hogares se limite al 51%. Y una contradicción aún mayor: nuestro ancho de banda es el más bajo de Europa.

A pesar de todas las posibles desventajas a las que se enfrenta la empresa española, no podemos, ni debemos, caer en el victimismo. Está en manos de los responsables de las organizaciones tomar conciencia de que la economía digital ha dejado de ser el futuro para convertirse en presente.

Quién no esté aquí y ahora dejará de existir en breve, mucho antes de lo que nos imaginamos. Es necesario un cambio de mentalidad, una adaptación rápida pero segura a las nuevas reglas que van a dirigir el mercado global. Una de las consecuencias de la situación económica que vivimos es que sólo saldrán reforzados los que sean capaces de adaptarse al cambio. En este sentido, la economía digital es una asignatura que no puede quedar pendiente.

Elena Gómez. Presidenta de la Federación Española de la Economía Digital (Fecemd)

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