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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los precios se ajustan a la baja demanda

La inflación subyacente ha dado una sorpresa preocupante. Este índice, que excluye los alimentos frescos y la energía -cuyos precios están sujetos a mayor volatilidad-, creció en septiembre un raquítico 0,1%, una tasa desconocida en las series históricas y muy por debajo de lo que preveían los expertos. æpermil;stos confiaban en que no bajaría del 0,3%.

La fuerte reducción en los precios de los productos industriales no energéticos ha contribuido decisivamente para bajar la inflación subyacente a ese desconocido nivel. No obstante, las caídas también se han producido en los alimentos elaborados e incluso en los servicios, generalmente más rígidos a las rebajas al estar menos expuestos a la competencia exterior.

La alarma se justifica en parte porque este dato pone de manifiesto la enorme debilidad de la demanda, que se resiste a recobrar el pulso. Los tan aclamados brotes verdes no se notan en el consumo y las empresas siguen apostando por abaratar sus productos como único recurso convincente para movilizar a los consumidores españoles. El Gobierno y los expertos han querido reducir dramatismo al dato y rechazan una posible espiral de deflación. Se limitan a tildar este periodo como de desinflación: es decir, simplemente una inflación muy baja, pero no de carácter negativo. Aun así, habrá que esperar y ver, pues este relativo optimismo se sustenta en que el precio del petróleo es mucho más alto en comparación a los 40 dólares que llegó a cotizar en otoño del año pasado. El efecto escalón hace que, comparativamente, se produzca una subida en el IPC medido en términos anuales. Ahora bien, ese efecto influye sobre el índice general, que incluye la energía, pero no sobre el dato de la inflación subyacente, que es el que marca la verdadera tendencia de los precios de un país. Y éste sólo reaccionará cuando las familias vuelvan a consumir y las empresas a invertir; es decir, cuando la confianza regrese.

Esta fuerte caída de precios tiene, sin embargo, una parte positiva. La vorágine consumista que sacudió España en los años de bonanza anteriores a la recesión llevó a muchos productos, y especialmente a muchos servicios, a alcanzar precios poco justificables. Por eso resulta más lógico el ajuste. En aquellos años, España sobrepasó con creces la inflación media de la UE, lo que mermó la competitividad de las empresas, obligadas además a afrontar subidas salariales.

Muchas cosas se deben corregir para que la economía española sea eficiente, y una de ellas es precisamente el control de precios. No obstante, una deflación continuada sería muy mala noticia y el Gobierno debe estar vigilante. Pero la subida de impuestos, la de las gasolinas y un previsible repunte de tipos de interés tirarán de la inflación al alza.

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