Japón prescinde del lujo
La crisis ha cambiado la cara más brillante de Japón, baluarte mundial del mercado del lujo, donde grandes de la moda como Versace o Louis Vuitton pierden terreno frente al avance de marcas populares como Uniqlo.
En medio de unas previsiones cada vez más sombrías, el primero en declarar su retirada ha sido el italiano Versace, que en julio echó el candado a las tres tiendas propias que mantenía en Japón y ahora ha anunciado el cierre de su sede de Tokio para finales de octubre.
Los responsables de Versace indicaron a la agencia local Kyodo que la estrategia global de la empresa está siendo revisada y que las tiendas de Japón "ya no eran consistentes con la imagen de la marca", aunque el descenso de la demanda de artículos de lujo en la segunda economía mundial es innegable.
Versace había desembarcado en Japón en 1981, en la época de la burbuja económica que propició la expansión del jugoso mercado del lujo nipón, que según la consultora McKinsey movía hasta ahora entre 15.000 y 20.000 millones de dólares anuales.
Fueron años en los que al archipiélago llegaron todos los grandes de la moda y el lujo: Armani, Prada, Gucci, Louis Vuitton, Bulgari o Cartier son sólo algunos de los que hicieron de sus edificios lugares emblemáticos en el Tokio más pudiente.
Muchas de aquellas tiendas desbordan hasta hoy lujo e incluso extravagancia por sus cuatro costados: el suntuoso edificio de Armani en el exclusivo distrito de Ginza, diseñado por Doriana Fuksas, tiene más de mil metros cuadrados, un restaurante y un spa inspirado en las antiguas termas romanas.
Chanel aprovechó el enorme espacio de su negocio en el popular distrito de Roppongi para instalar una discoteca en su tienda, donde un disc-jockey pinchaba entre las costosas prendas de la marca francesa.
Ahora, el descenso de las ventas al hilo de la recesión, unido a los elevados alquileres y los cambios en las tendencias de consumo han hecho mella en el mercado del lujo japonés.
En 2007 las ventas de las marcas importadas cayeron en Japón un 4,6% y el año siguiente volvieron a retroceder el 4,9% hasta poco más de 9.000 millones de dólares, según datos de McKinsey.
En 2009, empresas como Moët Henessy Louis Vuitton (LVMH) han reconocido un descenso de las ventas en el archipiélago en un 20% en la primera mitad del año, mientras que en el resto de Asia han crecido un 4%.
Esas cifras, unidas a las pocas perspectivas de una mejora, han echado por tierra los planes de Louis Vuitton de abrir su mayor tienda del mundo en el barrio tokiota de Ginza.
Y es que de la mano de la recesión va, según los analistas, un profundo cambio de tendencia entre muchos consumidores japoneses, que ya no consideran necesario llevar prendas con la marca más o menos visible como declaración de estatus.
Por una parte, los expertos apuntan a que los adinerados japoneses prefieren vivir experiencias lujosas a poseer artículos lujosos y, por otra, en los últimos años se han multiplicado las firmas de rango medio que marcan estilo a precios muy razonables.
En Japón, la marca local Uniqlo se ha hecho en pocos años con un gran segmento del mercado: con tiendas en lugares estratégicos al lado de negocios como Gucci o Christian Dior, la firma registró un beneficio récord de 108.640 millones de yenes (838 millones de euros) durante su año fiscal, que concluye en agosto.
En el archipiélago nipón también están presentes multinacionales como la española Zara -que cuenta con una treintena de tiendas en el país- o la sueco H&M, con edificios enteros en distritos que, como Ginza, eran antes rincones exclusivos de los clásicos del lujo.