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Columna
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Despedida inesperada en BBVA

La imagen del BBVA por su buen comportamiento ante la crisis y su reputación conservadora se hn venido un poco abajo. El banco anunció la marcha sorpresa de su reconocido consejero delegado, José Ignacio Goirigolzarri, después del cierre del mercado el martes. No se podrá culpar a los inversores si muestran cierta preocupación por la situación.

Las desavenencias entre Goirigolzarri, conocido como Goiri, y su presidente Francisco González no eran ningún secreto. El consejero delegado se había postulado para el cargo máximo. Sin embargo, el consejo extendió el mandato de González por otros cinco años, más allá de los nueve que ya lleva como presidente, alegando sus credenciales "internacionales". Aparentemente cansado de esperar, Goiri ha decidido marcharse. Esa es una explicación posible, aunque Alfredo Sáenz, el homólogo de Goiri en Santander, ha estado a la sombra del presidente Emilio Botín mucho más tiempo.

Lo preocupante es que Goiri será reemplazado por Ángel Cano, el desconocido director de recursos humanos, IT y operaciones. BBVA lo respalda atribuyéndole la mejora de la eficiencia del banco en los últimos años, pero no es un peso pesado, aunque es cercano a González. Con este movimiento el presidente consolida su poder al frente de la compañía, y eso no es una buena noticia para el gobierno corporativo del banco.

Este sobresalto podría ser señal de un cambio estratégico. El consejo está hablando de "crecimiento" y BBVA ha llevado muy lejos el énfasis en la experiencia "internacional" del presidente. Ya han empezado las especulaciones sobre la intención del banco de prepararse para más adquisiciones.

Sin embargo, esta nueva ambición parece un vuelco para un banco cuya estabilidad -y atractivo- se ha sustentado en evitar un alcance global sobredimensionado y en mantener una posición cauta en cuanto a gestión de riesgos. Si a eso se suma el estrechamiento del control por parte de González, los inversores acertarían al sentirse intranquilos.

Fiona Maharg-Bravo

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