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Columna
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Un claro mandato para Angela Merkel

Si al menos las políticas fueran tan claras como los resultados electorales... Angela Merkel ha conseguido derrotar a sus oponentes y podrá gobernar Alemania con los socios de su elección -los liberales del FDP-. Pero el mayor riesgo para Alemania ahora es que Merkel no utilice este mandato y en su lugar siga por el medio del camino, la política de no elección de los últimos cuatro años.

La Merkel que ha hecho campaña en 2009 no se parece mucho al statu quo de aspirante que encabezó una combativa campaña para derrotar a Gerhard Schröder y su socialdemocracia (SPD) en 2005. La victoria de su coalición cristianodemócrata (CDU) fue tan estrecha entonces que tuvo que gobernar haciendo tándem con sus adversarios. Pero las restricciones de una coalición no pueden explicar la falta de una mayor iniciativa. Merkel incluso dominó la rebaja de algunas de las reformas del mercado laboral de Schröder.

En teoría, la canciller alemana debería estar más libre ahora para hacer lo que piensa que es mejor. Pero el pensamiento puede haber cambiado. Merkel dijo durante la campaña que imperaría el entusiasmo por el mercado libre del FDP si gobernara con ellos. Aunque la propuesta del FDP está lejos del fundamentalismo del mercado que estaba de moda en algunos países antes de la crisis financiera. Puede ser que Merkel haya decidido que el país no puede tragar reformas radicales. ¿Pero cómo podría saberlo, ya que no lo ha intentado?

Alemania es un país muy envejecido con verdadera necesidad de reformas en la financiación de sus sistemas de salud y pensiones. Su economía es una de las más severamente golpeadas en Europa, resultado de demasiada confianza en las exportaciones y una escasez de consumo adquisitivo. El sistema bancario está en desorden. En todas estas cuestiones el FDP ha salido con fuertes propuestas de reforma. Con el 15% de los votos, es el gran ganador de las elecciones, mientras el CDU de Merkel se las arregló peor que en 2005. Quizá esto debería darle tiempo para hacer una pausa.

Por Pierre Briançon

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