Nos suben los impuestos por nuestro bien y ni lo agradecemos
!Cómo me ha tranquilizado saber de primera mano que la subida de impuestos que tendré que pagar el 1 de enero redundará en mi beneficio¡ ¡Será por mi bien!. Y debo fiarme, porque no lo ha dicho cualquier piernas, sino la señora vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Hacienda, la muy acreditada Elena Salgado. Pero estoy lleno de dudas: unas cuentas simplísimas me revelan que dispondré de menos renta en 2010 porque cada vez que meta la mano en el bolsillo para abonar cuaquier compra, una cantidad creciente irá a las arcas de Hacienda, y se encontrará allí con otros 400 euros girados por un servidor, y con otra pequeña cantidad que le entragará mi banco en mi nombre por los pequeños ahorros que pueda generar. Pero será por mi bien. Señora Salgado: la economía española sufre una crisis de demanda brutal, y su subida de impuestos sólo servirá para engordarla un poco más, y retrasar un poco más la recuperación.
Cuenta mi amigo Jaume Viñas cómo tardó en entender que sus padres le enviasen, de niño, a bailar sardanas "por su bien"; y aunque aún hoy sigue dudando del provecho de aquel adiestramiento, está profundamente agradecido, como seguro que lo estarán todos los infantes a los que sus padres le vigilen el proceso formativo y les inculquen el valor del esfuerzo y del compromiso. Pero el Gobierno no nos convencerá de que la subida de impuestos es por nuestro bien, salvo que a continuación nos diga qué día nos los volverá a bajar para que cuando nos meta la mano en el bolsillo sea para dejar perras, y no para cogerlas.
Independientemente de que España sea el único país que parece optar por la vía rápida de subir los impuestos, no tiene mucha coherencia pedir abiertamente a las autoridades monetarias que mantengan los estímulos a la economía, mientras que la autoridad tributaria los elimina. Si la economía está para que le mantengan el oxígeno, no parece lo más acertado subir los impuestos. No es poca cosa restringir 15.000 millones de capacidad de compra a los hogares cuando el consumo está bajo mínimos y las expectativas de mantenimiento de la renta está en cuestión para unos cuantos miles de asalariados, tal como el propio Gobierno asegura, por la pérdida esperada de empleos.
Pero, como muy bien dice Carlos Solchaga, que de esto de gestionar la caja de caudales públicos sabe un rato, no hay posibilidad alguna de incrementar la recaudación en 15.000 millones de euros con las subidas de impuestos planteadas. Por varios motivos. Pero fundamentalmente porque los tributos que sube, a excepción de la retirada de la inyección de 400 euros inyectados en 2008 más como anzuelo electoral que como estímulo a la economía, no se comportan como las matemáticas. No hay una reacción de la recaudación simétrica al movimiento del tipo de gravamen, no tiene una elasticidad de 1, ni cuando se suben ni ciuando se bajan. Por ello, subir dos puntos el IVA no proporcionará una parte similar de ingresos, subir dos puntos la tasa al ahorro y los rendimientos de la inversión no proporcionará dos puntos más de ingresos, y tres cuartos de lo mismo ocurrirá con los impuestos especiales.
Se ha optado por estos impuestos sencillamente porque son de contribución difusa, como todos los indirectos, y de comparación incierta. Nadie sabe a ciencia cierta cuanto paga al año en IVA, Especiales o Plusvalías. Pero todo el mundo sabe cuando paga de IRPF si le suben los tipos o le merman las deducciones. Por ello se ha convertido en el impuesto en el que se concentran los intereses electorales, y moviliza la sensibilidad de los contribuyentes cuanquier cambio que en él se produzca. Y por ello precisamente no se atreve ahora a subirlo el Gobierno. Únicamente subiendo el IRPF podría determinar desde el minuto uno cuánto recaudaría, pero, eso sí, sería incalculable el coste electoral.
Así las cosas, Hacienda se arriesga a subidas impopulares, nada equitativas y seguramente ineficientes en términos recaudatorios. Pero la operación, con tal de ser justificada políticamente, ha provocado declaraciones públicas de lo más inverosímiles. La última del vicesecretario general del PSOE, ministro de Fomento y número dos del Gobierno de facto, José Blanco: "Subimos el tipo más alto del IVA para que paguen más los ricos". Menos mal que es por su bien.
Eso si, mientras Zapatero naufraga con sus subidas arbitrarias y mal explicadas de impuestos, el alcalde de Madrid, carda la lana como nadie. La presión imputable a los inmuebles, contabilizando IBI y Basuras, ha subido este año más de un 30% en Madrid. Eso sí: por nuestro bien.