A las entrañas de la UE
Después de un final de carrera controvertido a cuenta de la dudosa gestión de la crisis, el ex vicepresidente económico regresa a la sala de máquinas de la Unión Europea.
Quienes conocen el puesto aseguran que es de lo más aburrido que hay, que te tiene que gustar mucho la contabilidad y, sobre todo, las tripas de la Unión Europea, para aceptar una responsabilidad como ésta. Lo cierto es que Pedro Solbes (Pinosa, Alicante, 1942) dijo que sí cuando le ofrecieron el cargo el pasado julio, dispuesto a hacer las maletas para regresar a Bruselas e introducirse de nuevo en la maquinaria comunitaria. Después de haber abandonado el escaño del Congreso, a partir de ahora toda su atención se centrará en el llamado European Reporting Financial Advisory Group (EFRAG), cuya misión consiste en asesorar a la Comisión Europea en el complejo mundo de las normas contables. Este comité fue creado en 2001 y Solbes sustituye en la presidencia al sueco Göram Tidström, de quien sobresale, sobre todo, una característica: su habilidad para pasar desapercibido en los ambientes comunitarios.
Quizás eso de hacerse invisible es lo que ahora más le apetece a Pedro Solbes, después de un polémico final de carrera en el que le tocó gestionar los prolegómenos de la crisis económica más dura que se recuerda desde la Segunda Guerra Mundial. El ex vicepresidente ha salido de escena sin dar un portazo y sin decir apenas esta boca es mía, una actitud coherente también en este caso con su probada discreción y prudencia. El pasado mes de julio, anticipó sus planes al portavoz parlamentario del Grupo Socialista, José Antonio Alonso, dando así por finalizada su vida política.
Los que le han tratado de cerca hasta que cesó como vicepresidente económico el pasado abril y quienes han tenido también oportunidad de escucharle en su última etapa como diputado de a pie, saben que vuelve a Bruselas satisfecho de la labor realizada, a pesar de las críticas recibidas y de la incomodidad que en ocasiones le generó no recibir un respaldo pleno por parte del presidente del Gobierno a sus opiniones sobre la conducción de la crisis.
En todo caso, sus asesores acentúan que sin tener una sola salida de tono, siempre acertó a definirse en los principales temas sin necesidad de tener que levantar la voz. Casi todo el mundo pudo advertir en qué posición estaba cuando era vicepresidente sin por ello desairar a quien le había confiado el cargo. Sí constan, como es obvio, sus ironías sobre la carga que suponía esa responsabilidad para un hombre de edad y experiencia tan avanzada. En todo caso, estas ironías fueron proporcionales a los sonoros silencios que mantuvo José Luis Rodríguez Zapatero casi siempre que en los medios se cuestionaba la continuidad de Solbes en el desempeño de su función.
Es verdad que en Bruselas hace frío y cuesta ver el sol, pero hay que tener en cuenta que Solbes podría tener la suerte de tener cerca como compañero de fatigas al comisario Joaquín Almunia, de quien se rumorea repetirá al frente de Asuntos Económicos y Monetarios o, incluso, en un área de mayor relumbrón si cabe. Y, sorpresas que da la vida, su soledad quedaría todavía más amortiguada si después del referéndum irlandés del mes que viene las presiones arreciaran sobre Felipe González y el ex presidente aceptara encabezar el Consejo de la Unión Europea. Las nubes con compañías como éstas son menos tristes y para España debería ser todo un orgullo contar con compatriotas de este nivel en la sala de máquinas y en el mismo escaparate de la construcción comunitaria.
Cuando Solbes vuelva a cambiar su chalet de Majadahonda por el de Bruselas hará el camino inverso al que protagonizará otro ex compañero de fatigas, Javier Solana. En todo caso, aseguran no pocos diputados socialistas, sería una pena que su experiencia agonizara en un organismo tan gris como dicen que es el EFRAG, de ahí que una mayoría de ellos intuya que el viaje de Solbes hacia la sala de máquinas de la UE puede terminar siendo sólo un tiempo de reposo, una especie de paréntesis hasta que venzan los dos años de incompatibilidades que marca la ley y que le podrían servir de tránsito hacia el sector privado.
A fin de cuentas, este es el camino que han tomado o van a seguir antiguos colaboradores suyos como el ex ministro Jordi Sevilla, ahora al servicio de Price, o el ex secretario de Estado de Economía David Vegara. Ninguno de ellos asistirá ya desde la primera fila al parto de los Presupuestos de 2010, los últimos, se dice, que está dispuesto a elaborar desde la calle Alcalá Carlos Ocaña.
Es lo que tiene la política, que cansa incluso hasta a aquellos que, por su larga experiencia en la Administración estatal, creían que lo habían visto casi todo. Dicen los que guardan un buen recuerdo de Solbes que Zapatero no le debería haber despedido de esa forma tan fría y protocolaria, con esa frase lanzada al aire de "seguiré escuchando su opinión", que lo mismo vale para decir adiós a un charlatán que para certificar la distancia con que le obsequió a su vicepresidente económico en el Consejo de Ministros.