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Columna
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El mágico efecto de Mickey Mouse

Walt Disney viene inspirando a los jovencitos impresionables desde hace mucho. La icónica compañía de entretenimiento podría ejercer ahora su influencia sobre los responsables de adquisiciones. No hizo falta ningún sentido arácnido extraordinario para pensar que la fábrica de superhéroes Marvel encajaría bien en el reino de la magia. Sin embargo, la misma lógica de la compra podría engendrar una legión de imitadores.

La crisis crediticia ha convertido el mercado de fusiones y adquisiciones en una tierra yerma, habitada casi únicamente por acuerdos defensivos y desesperados. Hasta las sobras de otros tiempos de abundancia, como el largo cortejo de Volkswagen a Porsche, han resultado incapaces de evitar el declive de la actividad de fusiones hasta dimensiones casi liliputienses.

Junto con los 5.500 millones de euros que Baker Hughes ha pagado por BJ Services en la industria del petróleo, la compra por 4.000 millones de dólares de Marvel supone que algo de lluvia está cayendo sobre el desierto de los negociadores, mientras la confianza en los mercados de valores y de crédito vuelve a las salas de juntas. Cierto, hace tres años ambas operaciones hubieran parecido enanas frente a adquisiciones mayores. Este año, no obstante, se han hecho un hueco entre las diez más importantes.

La renovada solidez de los mercados financieros puede hacer a otros vendedores sentirse más fuertes y a los compradores menos débiles. Si la economía flojea, las empresas considerarán comprar crecimiento mediante adquisiciones. Y con un S&P 500 cotizando a un saludable múltiplo sobre ganancias de 19, las presas potenciales pueden ver las primas en juego con buenos ojos.

Cuando aumenta la cantidad de negociaciones en marcha, las primeras operaciones suelen ser muy ventajosas. Sin embargo, teniendo en cuenta el estado del mercado, parece que la tendencia va hacia compras sensatas pero caras. La adquisición de Marvel necesitará reportar unos beneficios heroicos para resultar rentable.

A los inversores de Disney no les convenció la operación y vendieron. El precio por acción ha caído bastante. Cuando el impulso las fusiones cogen ritmo, las empresas se lanzan a comprar en acuerdos que carecen de sentido para todos excepto para los bancos de inversión que los firman. Si la confianza de Disney se extiende, lo mismo debería pasarle al escepticismo de los accionistas. De lo contrario, las cantidades de fantasía podrían acabar costando bastante dinero real.

Por Jeffrey Goldfarb

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