Empezar a pensar en el día después
No podría ser de otra forma. La economía española ha vivido la peor mitad del año desde que se elaboran estadísticas, y las cosas no han ido mucho mejor en el extranjero. Eso se ha reflejado en los beneficios agregados de las empresas cotizadas, que han caído el 28%. Además, sólo uno de cada cuatro valores del continuo -a falta de conocer un puñado de resultados- ha logrado ganar más dinero que en la primera mitad del año 2008; además, un tercio de las cotizadas ha perdido dinero hasta junio.
No se pueden sacar demasiadas conclusiones. La crisis económica provocada por el crac financiero ha tenido características de tsunami, y aunque las grandes empresas no han sufrido tanto como las pymes -los impagos a proveedores han sido tradicionalmente el sistema de transmisión de las crisis en España- las grandes ni son ni pueden ser inmunes. Si en 2002 el empeoramiento del beneficio venía dado en gran medida por provisiones o apuntes contables, esta vez es una caída del negocio. De hecho, si se eliminan elementos distorsionadores tales como Colonial o Martinsa Fadesa, la caída del beneficio se eleva al 36%. Además, la facturación ha bajado un 17% y el beneficio de explotación un 13%. Las compañías han puesto en marcha una estrategia para luchar contra la crisis, que combina el recorte de costes con una reducción de los precios, con el fin de mantener la cuota de mercado. Una señal positiva, después de demasiados años en los que las subidas de precios -animadas por una espiral alcista del consumo- han lastrado la competitividad exterior de los productos españoles.
Otro aspecto esperanzador es el cambio en la evolución de las expectativas. Tras meses de continuas revisiones a la baja de las estimaciones de beneficio para el Ibex 35, ahora las previsiones para 2009 se han estabilizado. Se espera una contracción de los resultados del 23%, y las cifras no se empezarían a recuperar hasta 2010. Una evolución muy en la línea del comportamiento del mercado en los últimos meses, y lógica teniendo en cuenta que buena parte de las empresas del Ibex son multinacionales que dependen de la evolución de la economía mundial. En realidad, la fortísima subida de la Bolsa desde los mínimos de marzo es incompatible con una mejora -o un frenazo en el empeoramiento- de las expectativas. Al igual que las bajadas de enero a marzo respondían a la previsión de la debacle económica.
Si se da por buena la tesis de que lo peor ha pasado, y hay indicios para ello, tanto o más importante que el balance de los daños será la forma de la que las empresas españolas salen del agujero. La parte buena de las crisis, lo que las hace a veces necesarias, es que acaban con los excesos y espolean la reconversión. Y esa reconversión debe empezar a ser la prioridad.