El PIB sigue cayendo a la espera de reformas
Nunca la economía española había descendido un 4,2% en términos anuales, al menos desde 1970, cuando inició el registro la Contabilidad Nacional. En el segundo trimestre de este año se ha llegado a este preocupante récord, según confirmó ayer el Instituto Nacional de Estadística (INE). El dato empeora en una décima, el avance del propio INE, que esta misma semana ha revisado las cifras de los últimos cuatro años y ha bajado tres décimas el crecimiento del pasado ejercicio.
El panorama configurado ayer por los datos estadísticos tiene cierta vertiente positiva. En términos trimestrales toman sentido las palabras del secretario de Estado de Economía, Juan Manuel Campa, que afirmó que lo peor de la crisis ya ha pasado. Entre abril y junio el PIB descendió un 1,1%, es decir, cinco décimas menos que en el primer cuarto del año. Los hogares están controlando su desconfianza, y aunque el consumo sigue descendiendo lo hace a tasas más discretas. Además, el mejor comportamiento del sector exterior es un alivio para algunas empresas, que están empezando a recibir pedidos del extranjero. Así las cosas, sin embargo, sería injustificado cualquier optimismo. La economía continúa en recesión y presenta serios problemas.
El desempleo es la cara más amarga de esta situación. En un año se han destruido siete de cada cien puestos de trabajo, lo que se traduce en que 1,35 millones de personas se han quedado en el paro. Y lo más alarmante es que la sangría continuará, tal vez no a ritmos tan acelerados como ocurrió en el primer trimestre, aunque sea previsible que peores que en el segundo, cuando el verano permitió aumentar las contrataciones. El Gobierno ya ha reconocido que en el otoño volverá a aumentar el desempleo.
El secretario de Estado pronosticó ayer que la economía española no saldrá de la recesión hasta el segundo trimestre de 2010, cuando espera que vuelva a crecer el PIB. Hasta entonces faltan tres largos trimestres, pero ni para entonces se prevé crear suficientes empleos como para reducir el paro. La sociedad española no puede resignarse a que el desempleo llegue a tasas de paro incluso superiores al 17% actual. Un porcentaje que debería haber servido ya para poner en marcha un acuerdo nacional contra el paro entre Gobierno, oposición y agentes sociales.
El Ejecutivo y los agentes sociales deben reabrir de inmediato el dialogo social roto en julio y no levantarse de la mesa, otra vez, sin soluciones que permitan a la economía crear empleo. Para ello, las tres partes han reconsiderar sus posiciones y acometer sin dilación y sin miedo reformas de calado. La peticiones para mejorar el mercado laboral, por las que la patronal CEOE ha sido tan duramente tratada, se vienen demostrando como una seria losa para la recuperación de la economía española. Son cada vez más las voces de expertos y organismos internacionales que apoyan cambios profundos en un mercado laboral no sólo "muy rígido", sino también "ineficiente y socialmente injusto", como esta misma semana se encargó de denunciar el consejero español en el Banco Central Europeo.
Pero también se deben afrontar otras reformas que faciliten la reactivación. Muchas se han apuntado en estos meses y, entre las más necesarias, figura reducir las rigideces que frenan la actividad -burocracia, determinados servicios, colegios profesionales, sector energético- y atajar importantes ineficiencias -justicia, educación, infraestructuras-. Así como establecer marcos que generen un entorno más favorable para la productividad -facilitar la I+D+i, una formación profesional más apegada a las necesidades de las empresas o una mejora de la fiscalidad y la Seguridad Social-.
Alemania, Francia, Italia e incluso Portugal ya han salido de la recesión. Eso demuestra que sus economías han respondido a la crisis con más agilidad que la española. No se entiende a qué espera el Gobierno para afrontar estas y otras reformas. Pero, sobre todo, no se entiende por qué no ha entablado un diálogo con la oposición para armar ese gran pacto que facilite los cambios vitales que exige la economía.