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Columna
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El final del cuento

La revista Reader's Digest compartía con sus lectores las características del americano provinciano: agradablemente malo, estable y hasta aburrido. Como sus suscriptores, la compañía editora del mismo nombre se apuntó con credulidad al cuento del crédito fácil. Ahora se ha visto forzada a la bancarrota.

Cuando el consorcio liderado por Ripplewood se hizo con la compañía mediante una adquisición con apalancamiento en 2006, dejó a Reader's Digest encajada en más de 2.000 millones de dólares de deuda. En aquel tiempo, no pareció una cifra particularmente grande. La compañía tenía un historial estable de ingresos y beneficios. Su dirección se había acomodado. La carga de deuda parecía razonable en un contexto general de apalancamientos mucho mayores.

Es cierto que la crisis ha sido especialmente hostil con Reader's Digest. Los ingresos publicitarios han caído estrepitosamente en todo el mundo. Y lo que es peor, internet la ha dejado desfasada. En el último trimestre los ingresos cayeron un 17% en relación al mismo periodo de hace un año. Las pérdidas operativas fueron de 42 millones. Y el declive de los ingresos hace augurar que las pérdidas futuras irán en aumento.

La supervivencia de la compañía no está clara. Pasarse a digital es un proceso difícil, especialmente para Reader's Digest cuyo hábitat natural son las salas de espera de los dentistas y los baños. Pero no hubiera tenido opción a la redención económica sin este recorte gigante de deuda. Se podría decir lo mismo de muchos de sus ocho millones de lectores estadounidenses.

Por Robert Cyran

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