¿Economistas en crisis?
Doctor, ¿cómo no ha sido usted capaz de predecir que yo iba a enfermar? Aunque ninguno haríamos este reproche a un médico, muchos son los ciudadanos que no entienden como es posible que sean tan pocos los economistas que han previsto la crisis que estamos atravesando, financiera primero, y económica después. Esta sensación de decepción ante la profesión económica tiene un alcance superior a esta crítica. En estos días es frecuente oír frases como "La economía no es una ciencia" o "la economía de mercado ha muerto".
Como a toro pasado todos somos Manolete, son muchos los que dicen que lo veían venir. El sesgo retrospectivo o hindsight bias (Fischoff, 1975) nos hace creer que algo sucedido era fácil de prever, de forma que consideramos inevitable lo que acaba ocurriendo e infravaloramos la incertidumbre que realmente existía ex ante. La mayor presencia en nuestro pensamiento de lo que ha ocurrido, frente a las otras cosas que podrían haber acontecido, explica este sesgo psicológico que tiene múltiples aplicaciones en la economía, la política, el juego o la medicina.
En realidad no es fácil diagnosticar una burbuja antes de que ésta sea evidente, y menos aún predecir cuándo ésta va a estallar. Algunos economistas son capaces de detectar burbujas, pero tienen desincentivos importantes para atreverse a hacer públicas sus opiniones, contrarias a las de millones de personas interesadas en que o bien dicha burbuja no estalle, o al menos se desinfle despacio. En España, y por lo que se refiere al sector inmobiliario, son dignas de mención las publicaciones de economistas como José García Montalvo, que no solo detectaron con mucha anticipación la sobrevaloración de la vivienda, si no que se atrevieron a cuantificar su grado y hacer públicas sus conclusiones.
El economista, a diferencia de la pitonisa, no se dedica a predecir el futuro, sino a diagnosticar, como hace el médico, la salud de una economía, y a detectar hábitos poco saludables que pueden, o no, contribuir al desarrollo de una enfermedad. Así se detecta un desequilibrio en la balanza exterior de una economía que puede provocar la devaluación de su moneda, pero es absolutamente imposible saber con certeza que dicha moneda se devaluará y menos aún acertar con el momento en que tal cosa ocurrirá. Ni que decir tiene que si la economía enferma, este profesional deberá ser capaz de prescribir un tratamiento que le ayude a superar su dolencia.
Aclarada esta confusión, es preciso hacer acto de contrición y propósito de enmienda en la profesión. En estos años hemos sufrido los embates de muchos economistas que se caracterizan tanto por su fe en la capacidad predictiva de los modelos cuantitativos como por su deseo en reducir a la mínima expresión la intervención pública, ante la hipótesis de unos mercados eficientes. La política económica era inútil, se argumentaba, pues los agentes anticipan los efectos de dicha política y neutralizan sus efectos. Un ejemplo sencillo sería la supuesta inutilidad del gasto público para estimular la economía. Los agentes anticipan la subida de impuestos precisa para financiar dicho incremento del gasto, e incrementan su tasa de ahorro, compensando así el estímulo que dicho gasto hubiera tenido en el nivel de producción y empleo.
A diferencia de la física, la economía esta protagonizada por agentes que no se conducen como robots, y no siempre es fácil predecir cuál será el efecto agregado que una medida de política económica tendrá en millones de consumidores y empresarios. Muchos han tratado, mediante un recurso abusivo de las matemáticas, de disfrazar de ciencia positiva a una ciencia humilde, como la económica, sin apreciar la belleza que hay en la imperfección y en la incertidumbre de analizar el comportamiento de los agentes económicos, que son humanos, y por tanto solo parcialmente racionales. La economía tiene pendiente el mismo salto cualitativo que han experimentado otras ramas del saber. El principio de incertidumbre de Heisenberg reveló que la realidad no podía explicarse solo con la física newtoniana. Quedarnos en la econometría supone un atraso equivalente a que la física cuántica estuviera aún por nacer.
El desarrollo de la psicología de las finanzas ha supuesto un balón de oxígeno para la economía y a medida que ampliemos el enfoque multidisciplinar de esta ciencia, contribuiremos a enriquecerla y hacerla más útil. Así facilitaremos la labor de analistas bursátiles, banqueros centrales, reguladores y ministros de economía, además de hacerla más cercana a su protagonista: usted.
José María Nogueira. Responsable de estructuración de activos de Banco Pastor