Adiós a la "ciencia" contable
Algunos aprendimos en la universidad una "ciencia" contable, aquella del debe y el haber, que reflejaba poco más que operaciones y se basaba en ciertos dogmas preestablecidos e inmutables.
Para acercarnos un poco más al mundo real, aunque con algunas limitaciones, tuvimos la oportunidad de cursar asignaturas como "Análisis de balances" o "Economía de la Empresa". La contabilidad quedaba inmune a la evolución de la vida económica y empresarial, fiel a la "ciencia" basada en el sacrosanto principio del coste histórico. Ya se hablaba entonces del gap de expectativas en referencia a los auditores. Pero este gap no era más que una reivindicación contra la "ciencia" contable.
Con el paso de los años, la historia siguió su curso e, irremediablemente, hubo que introducir algunos cambios, por supuesto primero en EE UU, que siempre ha sido la economía más dinámica y flexible, a la que siguieron normas internacionales, europeas, etc. El auditor de hoy se ha familiarizado con conceptos como fair value y se ha acostumbrado a diferenciar el método de valoración de un activo dependiendo de la finalidad y expectativas de la misma, sin tener en cuenta su forma jurídica, algo prácticamente impensable hace 20 años.
En definitiva, la "ciencia" contable ha dejado de ser ciencia y se ha convertido en lo que es: un lenguaje, una convención para intentar representar lo que ocurre dentro de una empresa desde el punto de vista económico. Como tal lenguaje tiene una evolución y se somete a las necesidades de los usuarios. Visto con perspectiva, la contabilidad que nos enseñaron era realmente muy poco científica, porque prescindía de las evidencias de la naturaleza de las cosas.
Pero el gran problema al que nos enfrentamos ahora, a pesar de la evolución que hemos experimentado, es que por muy buenas que sean las técnicas y modelos de cuantificación y valoración, por muy afinadas que sean las estimaciones, el futuro está lleno de incertidumbres e incluso de agujeros negros (tenemos un claro ejemplo en la crisis que actualmente nos afecta). Esto nos obliga a estar permanentemente actualizados y a corregir las estimaciones en función de la evolución de las expectativas.
Sin duda seguirá habiendo un permanente gap, porque primero suceden los hechos y luego se les pone nombre. Eso sí, debemos sentirnos orgullosos: hemos salido del inmovilismo, aunque a muchos les pese.
Juan José Hierro. Socio responsable de control de calidad de Auren