Reorientación fiscal
Es difícil estar en desacuerdo en lo abstracto. En materia económica quiere decir que todos estamos de acuerdo en que haya pleno empleo, equilibrio presupuestario, crecimiento económico sostenido, reducida inflación, etc. La cuestión radica en el cómo, esto es, qué medidas y políticas deben emprenderse para alcanzar lo que todos deseamos. En definitiva cual debe ser la política adecuada para que nuestra carta a los reyes magos sea una realidad sostenible en el tiempo.
Es aceptado también por todos que la crisis económica que estamos sufriendo en la actualidad es una crisis global porque afecta a todos los países a todos los mercados y a todos los sectores. La lucha contra la severísima recesión que padecen todos las economías se han centrado hasta ahora en unos ingentes planes de estímulo fiscal siguiendo de forma sistemática lo prescrito por la ortodoxia de las políticas keynesianas. Esto ha provocado un déficit público insostenible que se va a traducir en un incremento de la deuda pública que en el caso español alcanzara el 60% del PIB. Y esto hay que financiarlo y pagarlo.
Una estimación razonable del escenario macroeconómico sitúa el déficit fiscal en torno al 9%, la tasa de paro en el 20% y la deuda pública en el 60% del PIB, con una tasa negativa de crecimiento por encima del 4%. Como puede observarse el panorama es absolutamente desolador. Las consecuencias de esta situación que se retroalimenta endógenamente, si no se corrige de forma contundente, significa más paro, más déficit, más deuda y menor crecimiento. Piénsese que la carga financiera de la deuda pública puede representar un tercio del presupuesto, lo que supone un freno a la ansiada recuperación.
Parece claro que para hacer frente al endeudamiento público no bastará con la refinanciación en los mercados primarios como se ha podido hacer hasta ahora ante la imposibilidad de elevar la recaudación fiscal en una situación de depresión de la demanda interna. Para limitar y reducir el déficit y la deuda se requiere un recorte del gasto público corriente y un correlativo aumento de la recaudación, es decir, un aumento de los impuestos. O lo que es lo mismo se requiere como en el resto de los sectores, empresas y familias, el necesario ajuste para equilibrar los gastos a los ingresos. No parece en el corto plazo que haya otro camino aunque no le guste a nadie. Se trata de un puro ejercicio de realismo, racionalidad y sensatez. Lo demás es pura demagogia.
Es preciso, pues, subir la presión fiscal pero -ahí puede estar la clave- de manera que no hipoteque la recuperación económica. Por otro lado, y se trata de algo esencial, el recorte del gasto debe producirse adicionalmente a una asignación de los recursos públicos destinados a un fortalecimiento de los sectores estratégicos en nuestro desarrollo futuro. Esto parece lo más difícil ya que nuestros líderes políticos no han elaborado mensaje alguno sobre cómo será en la post-crisis el patrón de crecimiento de nuestra economía. Es lo más preocupante ya que ningún viento es favorable para aquel que no sabe a dónde va. Subir impuestos es fácil, lo difícil es reorientar nuestra economía invirtiendo los recursos disponibles en sectores donde seamos alguien en el concierto internacional. No olvidemos que estamos en una economía globalizada y que para competir en ella debemos incrementar sustancialmente nuestra productividad con objeto de mejorar nuestra posición relativa, es decir, nuestra competitividad.
Por eso, el inexorable incremento de los impuestos en el corto plazo debe representar una inversión cuya rentabilidad debe valorarse en función de un incremento de cuota en el mercado global. Si no fuera así, sería pan para hoy y hambre durante muchos años.
Ahora bien ¿Qué impuestos se deben subir? Desde la Asociación Española de Asesores Fiscales venimos apostando por un incremento de los impuestos indirectos y en particular del IVA. Así lo hicimos constar ya desde el mes de febrero. Se puede argumentar en contra que sería la puntilla al deprimido consumo interno, pero lo cierto es que si los ciudadanos no disponen de renta por mucho que disminuyan los precios, como se está demostrando en épocas de inflación negativa, la demanda interna no se recupera. El IVA constituye un poderoso instrumento recaudatorio de fácil asimilación y gestión. La recuperación del consumo depende más de la renta disponible y de las expectativas y por tanto de la confianza. Ese debe ser el camino sin más dilación. Esperemos que nuestros políticos acierten. Nos va mucho en ello.
Juan Carlos López-Hermoso. Presidente de la Asociación Española de Asesores Fiscales