_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Es el turno de Moss

Aviva lleva tiempo diciendo que tiene margen de sobra para administrar su capital. En los últimos meses, la aseguradora ha quemado bastante. Los resultados del primer semestre han recortado un 31% el dividendo a cuenta, y se ha anunciado un plan para vender la participación minoritaria en Delta Lloyd, una filial holandesa.

Hace unos meses, en plena desesperación financiera, Aviva reportó pérdidas anuales de 885 millones de libras como si nada. Mantuvo su dividendo, financiando el desembolso con capital. Ahora, en cambio, la conservación de capital es prioritaria.

El cambio de sentido es embarazoso pero sensato. La capitalización del grupo quizás era sólida sobre el papel, pero el dividendo se ha convertido en una pesadilla para los inversores. El retorno de mitad de año será sólo un tercio de los 747 millones de los beneficios del grupo.

Aviva nunca tuvo el control total del consejo de Delta Lloyd, que tiene más valor financiero que estratégico. Una venta del 25% podría generar 750 millones de libras, lo que no suena como un mal trato para los accionistas.

Andrew Moss, el presidente, querrá olvidar este semestre. Las ventas y la reformulación del dividendo han mejorado su posición para financiar posibles adquisiciones. Pero Moss parece haber juzgado mal a sus inversores. Ha sido el último en aprender lo desagradecido que puede llegar a ser dirigir una aseguradora. Le costará un tiempo restablecer algo de la autoridad perdida.

Christopher Hughes

Archivado En

_
_