¿Europa alemana o Europa democrática?
Bruselas sigue revuelta por la sentencia del Tribunal constitucional alemán que comentábamos aquí el pasado lunes. La clase política más europeísta está indignada por lo que consideran una intolerable injerencia de los jueces alemanes en su territorio.
La indignacion de los políticos parece comprensible, porque la sentencia del Tribunal constitucional alemán sobre la ratificación del Tratado de Lisboa suena más como un alegato político que como un dictamen jurídico. Y los jueces no se han limitado a pronunciarse sobre la ratificación de ese Tratado (que aceptan con pequeñas condiciones) sino que han intentado determinar el futuro margen de maniobra del Gobierno alemán y, por extensión, de la Unión Europea.
Las críticas más exacerbadas contra los jueces alemanes incluso les acusan de renunciar al viejo espíritu de "una Alemania europea", base de la reconciliación tras la II Guerra Mundial, y volver a apostar por la peligrosa quimera de "una Europa alemana".
La acusación parece ir demasiado lejos porque la principal inquietud de los jueces no es tanto imponer un modelo "alemán" de construcción europea como asegurarse, según la sentencia, "de que la integración europea no socava el sistema democrático en Alemania".
Quizá los magistrados alemanes estén poniendo un aparatoso vendaje donde sólo hay riesgo de un pequeño rasguño. Pero no hay que olvidar que otro Tribunal, el europeo con sede en Luxemburgo, ha impulsado a golpe de sentencias un proceso político de integración sin que la clase política europeísta sintiese invadida sus competencias.
Al revés. Más de una vez, los políticos convirtieron en ley lo que sólo era jurisprudencia del Tribunal. El ejemplo más evidenta es la supremacía del derecho comunitario sobre el nacional, un principio que ahora se considera intocable pero que apareció por primera vez en una sentencia del Tribunal de Luxemburgo en 1964.
Ahora podrían hacer lo mismo. Y en lugar de indignarse, tal vez Bruselas debería acometer las reformas necesarias para garantizar que la UE avanza hacia un modelo tan democrático como parecen reclamar los jueces alemanes. De esa manera, la sentencia no abocaría ni a una Europa alemana ni a una Europa estancada, sino a una Europa democrática.
(Por si acaso mi interpretación sobre la sentencia os parece demasiado optimista, os enlazo los análisis mucho más inquietantes de Wolfgang Munchau, Jaume Masdeu y Lluis Bassets)
Foto: Wrouw (2002), obra de la artista croata Loreta Visic. (B. dM., octubre 2008).