Menos caviar y champán
El mundo de la moda nunca ha destacado por su parsimonia. Pero en épocas de vacas flacas se impone comer menos caviar y beber menos champán. De igual manera, la reducción de costes es necesaria en la industria, así que los diseñadores que no sigan la tendencia se arriesgan a no estar allí cuando vuelvan los buenos tiempos.
La necesidad de frugalidad es clara, incluso para firmas menos apalancadas que PPR, propietaria del Grupo Gucci, y Richemont. Los dos mayores mercados mundiales del lujo se están llevando un mazazo. Según los productores, las ventas han caído en EE UU del 25% al 50%. En Japón la situación no es mejor, y en China, la gran esperanza del sector, no afloran suficientes compradores de clase media concienciados de mostrar su estatus.
Es cierto que no despreciar las monedas de cobre resulta difícil para la gente que gasta bolsos de piel de cocodrilo de 30.000 dólares. Además, ¿qué sería del lujo sin sus excesos? Pero los negocios son los negocios. Que Christian Lacroix sirva de advertencia: el derroche de la casa de alta costura le llevó a la bancarrota.
Burberry, la retailer británica convertida en marca de lujo, está estableciendo el nuevo estándar. Planea reducir los costes en 50 millones de libras para 2010.
El lujo frugal podría ganar más que prestigio si sigue las últimas tendencias. Concentrarse simplemente en sobrevivir sólo aportará beneficios a los accionistas cuando se vuelva a consumir champán y caviar. Y no parece que eso vaya a pasar pronto.
Por Rachel Sanderson