Más libertad a los periodistas rusos
El Kremlin aún no lo entiende. En los cinco años que han pasado desde que Paul Klebinikov fuera asesinado a tiros en una calle de Moscú la situación de los periodistas en Rusia no ha mejorado nada. A la muerte del editor de la edición rusa de la revista Forbes le siguió la de otros reporteros.
La de Anna Politkovskaya en 2006 le fue atribuida, igual que en el caso de Paul Klebinikov, a una banda de matones chechenos en un juicio poco convincente. Las autoridades rusas parecen no estar convencidas de que los periodistas merecen justicia. Y no han podido quitarse de encima las sospechas que vinculan al Gobierno con estas muertes.
Con unos medios de comunicación dominados por el Estado y con los pocos reporteros independientes del país sometidos a intimidaciones, acosos y amenazas, Rusia tiene la prensa propia de una dictadura tercermundista. El presidente, Dmitri Medvedev, es abogado de profesión y ha identificado la corrupción como una de las plagas de la economía rusa. Por eso es tan desconcertante que parezca incapaz de comprender que su sincera cruzada contra la corrupción nunca triunfará sin el apoyo de unos medios de comunicación libres.
Algunos kremlinólogos se animaron recientemente con motivo de la entrevista que dio Medvedev a Novaya Gazeta, uno de los pocos periódicos independientes que quedan -el que publicó los reportajes de Politkovskaya sobre la guerra de Chechenia-.
Pero hará falta más que gestos simbólicos para dar a los periodistas rusos la libertad que merecen y a Rusia las reformas que anhela.
Puede que Medvedev y su mentor y primer ministro, Vladimir Putin, lo hagan peor que Mijail Gorbachov hace 20 años, el último líder de la Unión Soviética cuyas reformas acabaron con el régimen comunista. æpermil;l empezó por liberalizar la prensa porque sabía que no encontraría mejor aliado para modernizar el Estado.
Resulta irónico que los periodistas rusos sean menos libres hoy que entonces. Si Medvedev va en serio, tiene que acabar con la espiral de miedo que viene envolviendo a los periodistas rusos desde que Putin llegó al poder. Medvedev haría bien en no sólo proteger, sino también alentar a los Klebnikovs de hoy.
Pierre Briançon