El Valencia, Soriano y la ética de los negocios
El despropósito en el que se ha convertido la operación de Vicente Soriano para tomar el control del Valencia CF amenaza con alcanzar unas altas cotas de surrealismo. Para hacerse una idea de la magnitud de la tragedia que vive la afición del club sólo hay que mencionar que según algunas fuentes, el supuesto capital comprometido para relanzar el club está respaldado, entre otros, por bonos de Ford, considerados basura por S&P con un rating de CCC+, es decir, prácticamente incobrables.
Ayer, el todavía presidente del Valencia CF, Manuel Llorente, puso voz institucional a lo que la mayoría del valencianismo y del mundo económico y empresarial piensa. Para Llorente, la operación "despierta dudas sobre su viabilidad, concreción y solvencia". Traducido: no se lo cree. Y la única forma de creerle es que presente los 500 millones que Soriano asegura tiene disponibles para comprar el suelo del antiguo Mestalla. Pero, ¿de dónde sale ese dinero?
Soriano, en la comparecencia del lunes para comunicar la operación, se limitó a decir que el inversor era una empresa llamada Inversiones Dalport. De esta sociedad sólo se sabe que está domiciliada en Montevideo, Uruguay. No hay datos de sus accionistas, ni de su objeto social, ni de cómo ha conseguido acaudalar una cifra de dinero tan elevada como la que Soriano afirma va a poner sobre la mesa.
El pasado domingo, cuando ya se conocía la operación, este periódico supo el nombre de la sociedad que había comprado las acciones del Valencia CF, pero fue imposible comprobar su existencia. No había ni una sola referencia en el Registro Mercantil ni tan sólo en internet, con la excepción de algún comentario en un foro que ya no se podía consultar. ¿Cómo puede una empresa de la que no hay rastro en ningún rincón tener esa capacidad de inversión?
La clave, quizá, esté en el país en el que tiene su sede social. En Uruguay existe el secreto bancario, como ocurre en Suiza. Un paraíso que utilizan, por ejemplo, multitud de argentinos, para tener su dinero a resguardo de miradas fiscalizadoras o de procedencia inconfesable.
La opacidad de la operación diseñada por Soriano, su falta de lógica empresarial (se compra más caro de lo que vale, tanto el suelo como las acciones), las dudas sobre a qué se dedica la empresa compradora y la legislación de un país "allende los mares", como dijo Llorente, componen un escenario muy alejado de la transparencia y la ética de los negocios que se supone en una sociedad democrática y avanzada.
Sin entrar en el detalle de todos los flecos de la operación, hay un elemento que debería ser inexcusable en el hipotético caso de que Soriano haga buena su promesa y presente el dinero. Todas las partes implicadas en la transacción accionarial y en la compra del suelo de Mestalla deberían comprobar la procedencia de ese capital. Debería hacerlo el banco español que avale a Soriano, el notario que rubrique las operaciones y el Consejo Superior de Deportes, que desde ayer tiene para estudio la compra de las acciones. Llorente afirmó que si Soriano presenta los 500 millones, le harán el pasillo. Este periódico le preguntó después a Javier Gómez, vicepresidente del club, tras recordarle el secreto bancario uruguayo: ¿Todo el dinero es bueno? "No, todo no, rotundamente no", dijo Gómez.