Turismo, negocio y cambio climático
De todos es conocido que el turismo, principal motor económico español, tiene una alta dependencia climática. Esta industria que incluye aerolíneas, operadores, hoteles, empresas de alquiler de coches, ocio cultural y otras atracciones, representó en 2008 cerca del 11% del PIB nacional y el 13,5% de los empleos totales. Sin embargo esta actividad a medio y largo plazo y a consecuencia del cambio climático va a experimentar grandes alteraciones. Cambios estructurales mucho más importantes que los que puedan generar la actual situación económica y que afectarán directamente al modelo empresarial como ahora lo conocemos.
Diferentes estudios universitarios apuntan que para 2011-2040 las nuevas variables climáticas serán: aumento medio de las temperaturas de 2o C; descenso de las precipitaciones en un 10% e incremento del nivel del mar a razón de 2,5 milímetros por año. Estas medidas comportarán modificaciones físicas directas como la pérdida de playas; la disminución de la biodiversidad, la reducción de los recursos hídricos y también la llegada de olas de calor, sequías, inundaciones y temporales marítimos. Estos últimos fenómenos citados pueden tener especial incidencia en el turista. Si se dan con frecuencia producirán una percepción de mal tiempo que hará disminuir el grado de confortabilidad y satisfacción de todos aquellos que vengan hasta nuestro país a descansar.
Ante estos datos los más escépticos dirán que este artículo es una diatriba más sobre el oscuro futuro que nos depara el no haber respetado más nuestro entorno. Nada más lejos de la realidad. Que a 30 años vista, y en lo que al clima se refiere, Barcelona como Málaga, y Málaga como Marraquech, también pueden generar buenas oportunidades de negocio.
Una primera consecuencia tanto para el turismo de sol y playa como para el de montaña, sobre el que también me referiré, es que el aumento de la temperatura generará la desestacionalización turística y un alargamiento de ésta. Temporadas más largas y cambios en la oferta y en la demanda. También parece que el flujo turístico se va a desplazar hacia el Norte en busca de la confortabilidad antes citada. Zonas como el litoral cantábrico y gallego tomarán protagonismo, como también lo harán determinados destinos turísticos del norte de Europa que si bien a día de hoy no son competencia directa pueden pasar a serlo. Por último, y también en lo que al turismo de playa se refiere, habrá que actuar decididamente contra el incremento del nivel del mar.
En lo que a la nieve se refiere, todo apunta a que las estaciones de esquí se reconvertirán en estaciones de montaña. El deporte blanco será una actividad más que sólo se realizará en las zonas más altas y umbrías durante periodos más cortos. Senderismo, aventura, BTT, rafting y toda actividad ligada a la naturaleza deberá formar parte de la oferta de estaciones que deberán apostar por las nuevas tecnologías para avisar casi en tiempo real de las nevadas o buscar fórmulas de seguros vinculadas al cambio climático
Estas son algunas de las pautas hacia donde parece que apunta nuestra principal actividad económica: el turismo. Ahora es el empresario quien debe planificar su futuro a medio y largo plazo y junto a él todas las Administraciones correspondientes.
Elvira Carles. Directora de la Fundación Empresa y Clima