La lenta recomposición del ahorro
Los resultados que ofrecen las finanzas agregadas de las familias, las empresas y la Administración pública revelan el perfil clásico de un cambio severo de ciclo de actividad económica, que en absoluto ha concluido. Si el periodo de bonanza de catorce años sucesivos de inversión y consumo acelerado por parte de los agentes privados, de la mano de unas condiciones de financiación desconocidamente favorables, ha sido uno de los causantes de la crisis financiera, la economía ha entrado ahora en un periodo de lenta recomposición del desequilibrio financiero, tanto de los hogares como de las empresas. Pero el desapalancamiento necesario para que la economía se estabilice y pueda remontar de nuevo, es muy lento, aunque en los últimos cuatro trimestres considerados se aprecia un cambio de tendencia contundente.
La tasa de ahorro de los hogares en el último año (considerando los cuatro últimos trimestres naturales) llega al 14,1% de su renta disponible, casi cuatro puntos por encima de la media mostrada en los cuatro ejercicios anteriores. Lógicamente, esta recomposición es uno de los logros de la recesión económica, que debe apuntarse también la quiebra de miles de proyectos empresariales y personales en el país. Pero es tradicional en España que esta variable, el ahorro, sólo mejore cuando empeora el empleo y el temor a la pérdida de renta atenaza las decisiones de consumo e inversión de las familias. Pese al aumento limitado de la renta, como consecuencia de la pérdida de empleo, y a la contracción notable del consumo, el ahorro creciente generado no es suficiente aún para costear la inversión sin necesitar financiación ajena. Pero tal necesidad de recursos ajenos se ha reducido notablemente, casi un tercio de la precisada hace un año.
Con las empresas ha ocurrido algo parecido, y su necesidad de financiación se ha recortado en un tercio, mientras que las Administraciones públicas, único agente que tenía ahorro neto y capacidad de financiación hasta ahora, puesto que se nutre de los impuestos y cotizaciones de los demás agentes, ha entrado ya irremisiblemente en números rojos. Y sólo la banca, que no funciona con los mismos mecanismos de endeudamiento e inversión que los sectores no financieros, conserva intacta, reforzada incluso, su capacidad de maniobra.
En definitiva, se ha iniciado la necesaria purga del apalancamiento del sector privado y el avance del ahorro, cuya recomposición es una condición imprescindible para cebar de nuevo la bomba de la demanda privada. Pero la recuperación de la capacidad de financiación de empresas y familias tiene que tener claros acompañamientos normativos para que una combinación de ambas cosas mute radicalmente unas expectativas económicas aún pesimistas. A la larga, estas son tan motor de la actividad por el poder que tienen para recomponer la confianza como la mejora de las cuentas financieras de los sectores productivos.