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Huellas en Bruselas V: Calder

Todavía queda casi un mes (hasta el 20 de julio) para visitar en el Pompidou de París la exposición sobre los años parisinos de Alexandre Calder (1898-1976), un escultor estadounidense que también dejó en Bruselas su huella. Giratoria, para más señas.

Aunque en este caso, casi dejó más huella Bruselas en el escultor que viceversa. Porque Calder fue una víctima (otra) de la kafkiana burocracia belga que a punto de estuvo de acabar con su The Whirling Ear (la oreja giratoria).

El escultor, preocupado por el deterioro y abandono de su obra, llegó a ofrecer 5.000 dólares para recuperarla 12 años después de que EE UU la donara a Bélgica, según recuerda Pierre Baudson, del Museo Real de Bellas Artes de Bruselas, en un breve libreto dedicado a las peripecias de la escultura.

Baudson describe los avatares de la "oreja" de Calder tras la clausura de la Exposición Universal de Bruselas de 1958, donde formó parte del pabellón estadounidense. El "stabile" empezó a oxidarse mientras las administracines belgas intercabiaban mensajes "ubuescos", como los califica Baudson, sobre su destino final.

Afortunadamene, la pieza se salvó. Y gira plácidamente desde el año 2000 delante del Museo de los instrumentos musicales de Bruselas. Calder murió en Nueva York sin llegar a conocer su emplazamiento actual. Pero, probablemente, le hubiera agradado, porque su aleta de aluminio con las torres de la Grand Place de fondo se ha convertido en uno de los perfiles más bellos de la capital europea. (Lástima que en las fotos siempre tenga que salir la pinche furgoneta amarilla del heladero Pascalino).

Foto: The Whirling Ear (B. dM., 26-6-09)

La UE del revés recoge periódicamente las huellas internacionales más sorprendentes en as calles de Bruselas. Huellas anteriores: Buffalo Bill, Julio Cortázar, Agnés Varda, Karl Marx.

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