Adiós, Garoña, adiós

Más claro, agua. José Luis Rodríguez Zapatero va a dar el cerrojazo a Garoña en cuanto acabe la vída útil de la central nuclear. Es decir, en un par de años, en 2011.

El largo argumentario a favor del cierre que desplegó este miércoles el presidente del Gobierno en el programa Las Mañanas de Cuatro desemboca en que no habrá prórroga para Garoña. Con tirón de orejas y desplante incluidos a la postura de Felipe González a favor de aplazar esta clausura por 10 años –“yo le propuse para presidir el grupo sobre el futuro dela UE–, Zapatero abogó por cumplir el programa del PSOE y por las energías renovables, que son, según dijo, limpias, seguras y con un alto grado de desarrollo industrial en España.

Cierto. Sólo se olvidó de decir que son caras. Aunque pegó duro con el problema de los resíduos –“que no se incluye en el debate”–, admitió que el coste de la producción renovable es más alto que el nuclear, pero no en el sistema eléctrico por el coste marginal…

Bueno, pues adiós a la central de Santa María de Garoña. Y bienvenida a la ola de renovables con sus jugosas primas y sus intermitencias, tipo árbol de Navidad.

Para los amantes de los pronósticos, ahí van dos bonitos cuadros procedentes del Foro Nuclear, un lobby a favor de ese tipo de energía. El primero da la fecha de entrada en operación comercial de cada uno de los ocho grupos nucleares que hay en España. Súmeles 40 años y verá lo que le durarían a Zapatero… y eso si se renuevan las autorizaciones. Porque este negocio tiene algo curioso: “el periodo de funcionamiento de una central nuclear no tiene un plazo fijo esablecido”. Y es que las autorizaciones de explotación se renuevan periódicamente tras la evaluación del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) y la aprobació del Ministerio de Industria. Como también se ve en el cuadro, la tendencia es dar autorizaciones en plazos de 10 años.

Este segundo cuadro es más bonito aún. Indica la vida útil de las centrales y la que alcanzarían con el “plan de Operación a Largo Plazo”, consistente en llevar de 40 a 60 años la vida de los reactores. Hoy, este plan, parece más muerto que nunca.