En clave española
Nadie esperaba una participación mayor de la que ha sido. Antes al contrario, sorprende que sea igual a la de hace cinco años. La desafección y el desencanto no son tanto con Europa como con los políticos en general, aunque la pagana es la primera. Verdaderamente ha ganado la abstención. Desmovilización calculada, poco elegante. Ignorancia de Europa, indiferencia por Europa. ¿La culpa? De todos, primero de los políticos que venden lo bueno como propio y lo malo como ajeno. También de la arcana Europa, plebeya y sin entusiasmo, incapaz de comunicar su encanto. Tras una penosa y decepcionante campaña, entre el insulto extravagante, la bajeza ramplona, la difamación exagerada y el griterío patético, ausentes el debate, la propuesta y la ideología, las elecciones europeas ya han pasado. Así difícilmente avanzará Europa y saldrá de su propia crisis de identidad.
Camino despejado, o lleno de obstáculos, según como se mire en clave española. Apenas ningún candidato debatió e importó Europa. La crisis económica, social y política, a la par que una mediocratizada clase política han podido con todo, sobre todo en lectura nacional. Ni Zapatero ni Rajoy se presentaban, pero el refrendo de ambos era explícito en esta campaña y en su resultado. Los dos se jugaban más que los propios candidatos. No en vano se echaron a los hombros la campaña electoral. Algunos, incluso, cuestionaban de nuevo el liderazgo de Rajoy, toda vez que sus detractores más conspicuos están ahora debilitados y callados. Lo tenía todo a favor, crisis, desencanto general y un electorado rocoso, fiel y movilizado. Era ahora o nunca. Y ha ganado. æpermil;l lo sabía y lo saben todos en ese partido de poder de taifas. Ha ganado el Partido Popular, pero no se ha llevado de calle estas elecciones. Han sido casi seiscientos mil votos más. Rajoy aplaca todo cuestionamiento y avisa al Gobierno que debe tomar buena nota.
Los socialistas han resistido en este temporal de incertidumbres, de inacciones y de desgobierno. No hubo descalabro, sí desmovilización y desencanto, pero han aguantado el chaparrón. Algunos saben que las mociones de censura son hados al viento, y sin embargo no han tardado en reinterpretar los resultados en asignación de escaños parlamentarios. CiU anima a la moción, quizás lo haga también el otro nacionalismo desplazado del poder por los socialistas. Y con este resultado todo es posible también en el frágil imaginario político. Es de sabios rectificar, buscar consensos, sobrevivir políticamente. Pero ningún presidente de Gobierno en apuros ha sabido hacerlo en nuestra democracia. Lo mejor, que el brazo de los asesinos de ETA no ha sentado un eurodiputado.
Europa bascula hacia la derecha, era lo previsto, lo lleva haciendo en esta última década. Pero eso es transitorio, como todo en política. Lo importante es Europa, sin ella no hay futuro; tampoco presente. Nuestro pasado sombrío, nuestros complejos de marginalidad y derrotismo sólo se han superado gracias a Europa, ella misma, hoy, ayuna de cohesión, de liderazgo, sin encanto ni brío. España, la gran sorpresa de aquella ampliación hacia el Sur. El drama, la indiferencia y el despropósito hacia esa misma Europa de libertades, ciudadanía y democracia. El proyecto europeo fue el gran ausente de estas elecciones una vez más. Es su sino, el sino amargo de la Unión.
Abel B. Veiga Copo. Profesor de Derecho Mercantil de la Universidad Pontificia Comillas-ICAI-Icade