¿Y si no viene el lobo?
En los mercados nunca se puede descartar nada. Hace unos meses casi todo el mundo se inclinaba por el escenario Armagedón o "vuelta a la edad media financiera". Pero finalmente no hubo tal fin del mundo (financiero) y ocurrió lo inesperado: que mientras la mayoría de los inversores se refugiaba en depósitos a plazo, las Bolsas subían y los fondos de renta fija superaban a cualquier depósito. El consenso considera que pasarán años hasta que se recupere la economía. Y ha sido tal el miedo que se le ha metido en el cuerpo a las empresas, que han reducido su producción a niveles nunca vistos. En EE UU lo normal es que se fabriquen más de 12 millones de coches al año. Se están fabricando menos de la mitad. Y que se construyan más de un millón de viviendas. Se están construyendo algo más de 400.000. Es un poco más de lo estrictamente necesario para cubrir las necesidades de reposición que generan incendios, ruinas y abandonos. Y así con todo. ¿Qué puede pasar si el 90% de la población activa que no está en paro decide que una cosa es gastar poco y otra no gastar nada? Las empresas llevan meses tirando de stocks. Un pequeño pero generalizado aumento de la demanda individual sería como si en un estadio de fútbol todo el mundo se sentara a la vez: un movimiento mínimo por individuo, pero un impacto brutal en la estructura. Así que no descartemos la recuperación en V en el corto plazo. Otra cosa es lo que ocurra a largo, porque el asalto impositivo que se va a producir para pagar la deuda pública tendrá consecuencias estructurales; pero eso es otra historia.
Cuando hablo de recuperación en V me refiero a EE UU y a los emergentes. España es una inmobiliaria que tiene que dilucidar a quién le coloca más de un millón de viviendas vacías. Pero esa también es otra historia.
Víctor Alvargonzález. Consejero delegado de Profim