Estos son mis principios... Si no le gustan tengo otros
Cambios y más cambios en las normas contables con el pretexto de evitar la profundización de la crisis financiera internacional no hacen más que retrasar la llegada de información relevante al mercado, propiciando la pérdida de confianza de los inversores.
En efecto, los dos grandes emisores de normas contables con impacto internacional -Financial Accounting Standards Board (FASB) e International Accounting Standards Board (IASB)- están adoptando cambios precipitados en sus normas, no ajenos a fuertes presiones políticas derivadas a su vez de firmes peticiones emanadas de importantes empresas y sectores. Hasta ahora, ambos emisores han venido produciendo sus normas siguiendo el modelo profesional anglosajón que da prioridad a la idoneidad de la información para el usuario de los estados financieros, principalmente el inversor, en contraste con el modelo gubernamental típico de los países de la Europa continental que ha venido marcando el acento en otros objetivos tales como el control, la recaudación de impuestos o la protección patrimonial.
En los últimos años, el modelo anglosajón ganó la batalla claramente al europeo continental porque era capaz de conducir a los famosos GAAP (Generally Accepted Accounting Principles o Principios de Contabilidad Generalmente Aceptados) gracias al peso apabullante de sus credenciales: emisores profesionales independientes, altamente cualificados; laboriosos procesos de consultas y discusiones previas; emisión de normas con plazos dilatados antes de su entrada en vigor para que las empresas puedan preparar su implantación; calidad y neutralidad de las normas, etcétera.
Sin embargo, con las últimas actuaciones, ¿dónde quedaron estas credenciales? La Unión Europea ha exigido cambios al IASB. Asimismo, el Parlamento de Estados Unidos ha obligado al FASB a realizar modificaciones en sus normas. En ambos casos puede apreciarse que se busca la mejora de los resultados de las empresas. ¿Dónde ha ido a parar la independencia?
Los cambios se han tenido que realizar sin el tiempo necesario para llevar a cabo adecuadamente las consultas previas establecidas. ¿Dónde quedó el debido proceso?
Las modificaciones se han emitido frecuentemente con carácter retroactivo. ¿Dónde están los plazos de implantación?
Si los cambios se deben a presiones de determinados sectores, ¿dónde quedó la neutralidad de las normas?
Posiblemente, los poderes públicos tratan de evitar o retrasar quiebras o ayudas públicas por el famoso procedimiento de matar al mensajero. Algunos achacan al valor razonable de los instrumentos financieros la responsabilidad de agudizar la crisis, cuando, con toda probabilidad, ha sido precisamente el limitado e impreciso alcance del valor razonable de las normas lo que ha impedido la aparición a tiempo de pérdidas significativas. Si se hubieran medido todos los instrumentos financieros de acuerdo con su valor razonable, aplicando los cambios de valor a resultados, se hubiera alertado antes a los inversores de la crisis y, como mínimo, se hubieran evitado algunos bonus pagados a altos directivos que ahora aparecen como escandalosos.
Es posible que en la salida de la crisis de 1929 se cometieran muchos errores, pero al menos se tuvo la sinceridad de potenciar la transparencia de la información financiera emitida por las empresas para recuperar la confianza de los mercados y mejorar la protección del inversor.
En la crisis actual, con el peso desorbitado que tiene la comunicación en nuestros días, parece que los altos dirigentes han llegado a la conclusión de que es posible cambiar la función clásica de la información -reflejo de la realidad- para pasar a otra función nueva por la que una información adecuada pueda llegar a producir la realidad que se anhela.
Parece que existe acuerdo, confirmado por el G-20, para que haya un solo modelo global de normas contables. ¿Se basará realmente en principios de contabilidad generalmente aceptados por el mercado?
Felipe Herranz. Coordinador de FAIF (Foro AECA de Instrumentos Financieros) y profesor de la Universidad Autónoma de Madrid