_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Solos ante el peligro

La extraordinaria gravedad de la situación económica que estamos viviendo, con el tremendo impacto social que inevitablemente arrastra, no sólo recomienda, sino que impone, un análisis objetivo de sus causas para tratar de definir acciones que nos permitan superarla cuanto antes, aunque todos sabemos que el proceso va a ser largo.

Hay que empezar por recordar que la pertenencia a la Unión Europea nos permitió durante muchos años disponer de ingentes cantidades de fondos y que, al amparo de una Europa que crecía fue posible un ajuste que concluyó con éxito notable. Ahora nos toca ser solidarios con Europa pasando a ser contribuyentes netos, tenemos ya poco que privatizar, nuestros salarios y nuestra compleja estructura económica no favorecen las inversiones extranjeras en España, nuestro turismo se resiente de la crisis que afecta especialmente a nuestros habituales visitantes y nuestro déficit público crece imparablemente.

Como no hemos tenido ahorro interno suficiente para financiar en buena medida nuestras alegrías, lo hemos buscado fuera y nuestras instituciones se han endeudado de manera importante. Cuando no hemos tenido producción capaz de satisfacer nuestros deseos en calidad y precio, hemos comprado lo necesario y lo superfluo en todo el mundo llevando nuestra balanza comercial a límites insostenibles. Cualquiera que supiera algo de la estructura económica de este país sabía de sobra que construir más de 800.000 viviendas al año, cuando se necesitaba la mitad, era una barbaridad que tarde o temprano tendría que pasar una durísima factura.

En la justicia, la educación y la sanidad se habla de la necesidad de un pacto de Estado, sin tener en cuenta que ha sido precisamente un proceso autonómico descontrolado el gran culpable de que el Estado haya quedado convertido en una estructura que para mantenerse en pie necesita el urgente soporte de esos pactos que le pueden devolver en parte la rigidez que un desmontaje incontrolado e interesado le ha restado. Nuestro crecimiento se ha venido abajo, el desempleo ha crecido de una manera extraordinaria y estamos viviendo una de las peores crisis, si no la peor, de nuestra historia económica. En definitiva, parafraseando un título muy conocido, podría decirse, sin exageración, que ahora estamos solos ante el peligro.

¿Qué podemos hacer? Lo primero, reconocer nuestros errores. Ni estábamos en la champions league ni somos el asombro del mundo; hay cosas muy importantes que hemos hecho mal y tenemos que rectificar. Necesitamos urgentemente un baño de realismo a todos los niveles. Es preciso que, como cualquier familia ordenada, aprendamos a vivir con nuestros ahorros y nuestro esfuerzo y no con el de los demás, que cada vez van a ser más reacios a prestárnoslos. Necesitamos invertir en inversiones productivas donde somos más fuertes, para producir más y sobre todo mejor y de forma más competitiva; con ello podremos equilibrar nuestra balanza comercial que al día de hoy es una de las peores del mundo.

Es preciso rebajar unos impuestos que, separándonos de nuestros competidores, gravan especialmente nuestra competitividad. Necesitamos que nuestra estructura laboral nos permita evitar las tremendas oscilaciones de nuestro empleo, liberándolo en beneficio de todos y no manteniendo a ultranza las dos castas de empleados y parados. Debemos estimular el trabajo y el esfuerzo y que la financiación del desempleo no se convierta, en algunos casos y en determinadas autonomías, en un modo de vida.

No es posible aumentar los salarios públicos con cargo a un déficit cada vez mayor ni realizar gastos y obras suntuarias e inútiles cuando el déficit público previsto supera ya el 8%. Tenemos que reducir nuestra burocracia oficial que no sólo no podemos pagar, sino que complica y entorpece inútilmente muchas de nuestras actividades. Se puede y se debe ayudar al sistema financiero con dinero público temporalmente pero sin olvidar que todos aquellos que lo han hecho mal deben de pagar por ello. Al mismo tiempo hay que ayudar a los que crean empleo, autónomos y pequeños empresarios, sobre todo facilitando que cobren las enormes cantidades que se les adeudan y acabando con el abuso del grande que se financia con el dinero del pequeño al que paga cuando le parece.

En definitiva, no es tan difícil intentar salir de esta crisis, pero ello supone una catarsis nacional de muy importantes dimensiones, una regeneración democrática de la que se ha hablado muchas veces pero que nunca se acomete y un esfuerzo global olvidando los cálculos electorales y con auténtico sentido de nación.

Juan Ignacio Trillo López-Mancisidor. Ex presidente de General Electric para España y Portugal y miembro del Círculo de Empresarios

Archivado En

_
_