Pasado y presente de Telecom Italia
Los aniversarios deberían hacer que a más de uno le cayese la lagrimilla. Esta semana hace una década que Telecom Italia (TI) sucumbió a lo que entonces era la mayor compra hostil del mundo. Franco Bernabè, el jefe de TI -entonces y ahora-, previó correctamente las lúgubres consecuencias del acuerdo de 65.000 millones de dólares. Hay que decir a favor de Bernabè que, cuando hace tres años volvió a TI, fue asombrosamente profético. El 21 de mayo de 1999 dijo que el acuerdo con el financiero Roberto Colaninno provocaría inestabilidades con los accionistas, con la gestión de la compañía y con el mismo precio de las acciones.
El precio de las acciones ha bajado un 70% desde entonces, el peor registro de sus competidores europeos. Es más, ha habido cambios importantes en la directiva cada 1,7 años y las luchas intestinas entre los inversores han mermado el rumbo estratégico de la empresa.
Bernabè también predijo que parte de los negocios de TI serían vendidos, menoscabando así su peso a nivel internacional. Verdad. El mercado italiano supone hoy en día el 75% de los ingresos de la firma. Recientemente dijo que TI tendría que acarrear con tal nivel de deuda que le sería difícil sobrevivir. Esto también ha resultado ser profético. Una década después, la deuda de TI aún es de 35.000 millones de euros, tres veces el Ebitda del año pasado.
TI ha sido un muestrario de qué está mal en el capitalismo italiano -inversiones inadecuadas, pisoteo de los derechos de los minoritarios e interferencias políticas-.
¿Qué esperanza queda para la siguiente década? Puede que Bernabè diga que ha llegado el fin de los días de la destrucción de valor. Se ha desecho de muchos lastres y empieza a haber signos positivos. Las operaciones con cash flow libre, por ejemplo, supusieron 850 millones en este primer trimestre, menos que los 968 del año pasado pero suficiente como para mantener al día los pagos.
Con todo, la megadeuda obstruye la creación de valor, como también lo hace el reducido círculo de inversores italianos, que acaparan un 10% de los títulos.
TI necesita romper con su pasado. Es crucial lograr un balance más fuerte, lo que supone recapitalización, incluso si no es del agrado de la dirección. Debería plantearse seriamente también mantener una colaboración más estrecha con Telefónica, su accionista mayoritario.
Si tal acuerdo pudiese superar las trabas políticas italianas, cosa que no es fácil, las cosas serían más fáciles en TI.
Rachel Anderson