Joaquín Rivero, esto es otra historia
Joaquín Rivero es posiblemente el empresario español del sector inmobiliario con más prestigio. Desde posiciones a priori de inferioridad ha logrado salir, aparentemente, victorioso en épicas batallas empresariales. Desde la pequeña Bami consiguió hacerse con las riendas de la mayor inmobiliaria española, Metrovacesa, y cuando Román Sanahuja lo dio todo para destronarle de la presidencia de esta forzó a la familia catalana a negociar un reparto, en 2007, que ha resultado ser más beneficioso para él que para Sanahuja: mientras que el empresario catalán ha tenido que dejar el control de Metrovacesa asfixiado por la deuda, Rivero logra beneficios al frente de la francesa Gecina.
Pero ahora el empresario jerezano se juega en Francia el prestigio ganado en España. Porque el campo de batalla es otro y también los contrincantes: seis bancos españoles controlan ahora Metrovacesa con más del 65% del capital siendo Santander, con el 23,6%, el primer accionista financiero de la inmobiliaria española. Rivero en España podía tener de su parte a la opinión financiera y empresarial, incluso a los medios; pero en Francia ese prestigio público puede arder en segundos. Por último, la presión de accionistas minoritarios en Francia es superior a la ejercida en España.
Los frentes abiertos que tiene Rivero como presidente de Gecina son básicamente dos. Por un lado, los seis bancos españoles reclaman más presencia en el consejo de administración de Gecina, o lo que es lo mismo, quieren participar más en el control de la empresa. Los accionistas españoles han reclamado ante los tribunales de París limitar el derecho de voto de Rivero y el otro mayor accionista español individual en Gecina, Bautista Soler, al 20% (en la actualidad superan el 30%). Y en lugar de reclamar llevar a cabo el acuerdo de escisión entre Metrovacesa y Gecina, por el cual la francesa debía aportar 2.000 millones de euros a la española en inmuebles a cambio del 26,9% que Metrovacesa mantiene en Gecina, la inmobiliaria española defiende que dicho acuerdo de separación, tal y como fue firmado entre Rivero y Sanahuja, no puede cumplirse. En la actualidad a Metrovacesa puede convenirle más ser el primer accionista de Gecina dado que así mejorarían sus cuentas anuales y además recibiría los suculentos dividendos que Rivero reparte año tras año al frente de Gecina.
Por lo tanto lo que está en juego es el control de una de las mayores inmobiliarias francesas. Rivero es el artífice de que sean accionistas españoles los que controlen una de las primeras empresas del sector en Francia. Y la banca española es quien tiene ahora el control de Metrovacesa y quien por esa vía puede hacerse con el de Gecina.
Por otro lado, Rivero debe estar pendiente de no perder el prestigio público ganado en España. La AMF obligó a Rivero y a Soler a desinvertir parte de su capital en Gecina, una postura más férrea que la que ha ejercido en España la CNMV. Y los accionistas minoritarios están armando más ruido en Francia del que se escucha en España cuando hay movimientos corporativos en el capital de grandes empresas. Aunque hay voces que apuntan a que Adam, la asociación que está demandando a Rivero por su gestión en Gecina, está siendo controlada por el ex presidente de la empresa francesa, lo cierto es que empiezan a cundir rumores oscuros. El diario Les Echos publicaba ayer que Gecina había invertido 60 millones en una sociedad española, Bamolo, que en realidad pertenece al mismo Rivero. Dicha sociedad tiene como socio único a una firma con el mismo nombre a través de la cual Rivero compró hace años Metrovacesa con sede en Luxemburgo.
Pero si Joaquín Rivero no debe perder de vista la naturaleza distinta de esta batalla, sus contrincantes deberían obligarle a remangarse: siempre lleva un as en la manga.