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Columna
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El peor equipo de gobierno para el peor momento

El Gobierno está fracasando estrepitosamente en su gestión económica y de empleo. Desbordados por una realidad que no esperaban, titubean sin encontrar un rumbo que logre inspirar un mínimo de confianza. Hemos asistido a una política de simples enunciados ideológicos, vacía de ideas y de proyectos. A medida que transcurren los meses nuestra preocupación se incrementa ante la evidencia de que nos gobiernan unos ministros más preocupados por la foto y el discurso que por la gestión y los resultados. Malo, muy malo para los españoles. Con los datos a la vista y escuchando sus declaraciones, podemos afirmar que tenemos el peor equipo para el peor momento. Una pena, así nos irá.

Durante el lustro prodigioso, generamos más de la mitad del empleo que se creó en Europa. Nuestro crecimiento sostenido por encima del 3% hizo que nuestro paro se redujera desde las cimas superiores al 20% del 94, hasta un 8%, situado ya en la media comunitaria. Hasta mediados de 2007 nos creímos plenamente europeos, con un desempleo situado en la media comunitaria. Orgullosos y ufanos, sacábamos pecho, mientras nos enorgullecíamos del milagro español. Sabíamos que estaba basado en el ladrillo, y conocíamos de nuestra baja productividad, alta inflación y de nuestro abultado déficit exterior, pero nos cegamos pensando que lograríamos enderezar todos esos desequilibrios. Nos equivocamos, y la dura realidad le vino a dar la razón a los que nos advertían de los problemas por venir. Pero el batacazo fue tan grande, que ni los más pesimistas del lugar se atrevieron a pintar un panorama tan negro. Pasamos de ser el puntal europeo del empleo a su punto más débil. Durante este último año, hemos generado más de la mitad de los nuevos desempleados europeos. La última EPA, conocida la semana pasada, nos hizo palidecer incluso a los que esperábamos malos resultados. En apenas un año hemos pasado del 8% al 17,36%, con una destrucción de casi un millón y medio de puestos de trabajo. Y Zapatero, sin despeinarse, y Corbacho, sin enterarse, ocupado como está en atacar al gobernador del Banco de España y a las propuestas de los empresarios.

El Gobierno no inspira confianza alguna en materia económica. Sistemáticamente ha errado en todas sus predicciones. Prometió pleno empleo en las elecciones de 2008, al tiempo que negaba la existencia de crisis alguna en España. Cuando la reconoció, aseguró que jamás alcanzaríamos el 11% que heredó del anterior Gobierno de Aznar. No podía estar más equivocado. Ya sufrimos un 17,36% de desempleo, y la mayoría de las previsiones apuntan a que seguirá creciendo hasta rozar el 20% en 2010. Pero si uno oye al Gobierno, parece que nada pasa. Salgado vaticinó que abril será mucho mejor, y De la Vega rechazó cualquier previsión negativa, calificándola de apocalíptica. ¿Recetas? Ninguna, salvo las muy manidas del diálogo social y el barniz ideológico de las soluciones socialistas, sin especificar exactamente cuáles. No hemos conocido ninguna medida que incremente nuestra productividad ni nuestra competitividad.

La actividad económica comenzará a moverse a finales de año. Es posible, incluso, que en 2010 tengamos crecimiento de PIB positivo. Sin embargo, desgraciadamente, seguiremos siendo testigos del incremento de desempleo. Con nuestro actual mercado laboral son precisos crecimientos económicos muy vigorosos para crear empleo y esos, como las golondrinas de Bécquer, no volverán por un tiempo.

Las empresas han aligerado las plantillas no renovando los contratos temporales a su vencimiento. Pronto tendrán que empezar a despedir a indefinidos, con los altos costes que ello implica. Cuando regrese la actividad económica será muy difícil que vuelvan a crear estructuras fijas, dada la experiencia. Por eso, se debe abordar en estos momentos la modificación del marco laboral, para conseguir que los contratos fijos sean más usados. El debate debe realizarse en el seno del diálogo social, pero sobre una propuesta definida del Gobierno. Desgraciadamente, no esperamos que esto ocurra. Una y otra vez, los distintos ministros se han puesto del lado de los sindicatos, desacreditando con vehemencia las propuestas de la patronal. ¿Cómo esperan entonces que fructifique un diálogo social equilibrado?

Somos muy escépticos acerca de la capacidad del actual equipo de plantear alguna iniciativa que colabore a dinamizar nuestro mercado laboral. Todo apunta a que dejarán pasar el tiempo a la espera de un providencial repunte económico. Lo dicho: el peor equipo para el peor momento.

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