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Tribuna
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No vale inmovilismo ante la transformación

La situación actual está marcada aún por una crisis muy real del sistema productivo y por una crisis de confianza que hoy constituye un freno real a la reactivación. Una confianza imprescindible para salir de la crítica situación en la que aún se encuentra nuestra economía y que, si perdida, sólo se recuperará a través de la credibilidad y por tanto de la efectividad de las medidas que se activen.

Actuar tanto en el corto como en el medio y largo plazo, y hacerlo con el máximo de efectividad, es a lo que nos obliga la excepcionalidad y la especificidad de nuestra crisis. Es innegable que su gravedad y nuestras propias características continúan obligando a priorizar, en el corto plazo, medidas sobre la liquidez y el crédito que aseguren la viabilidad del tejido productivo, especialmente aquel formado por las pymes y autónomos para quienes la liquidez es determinante. Pero es también innegable que es improrrogable activar las reformas estructurales necesarias e imprescindibles para la transformación de nuestra economía.

Si en el corto plazo el ritmo de la reactivación de nuestro sistema productivo dependerá tanto de la fluidez de la liquidez y el crédito como de la mayor capacidad financiera que consigan empresas y familias y, por tanto, de la efectividad de las medidas que se activen por la parte de la oferta y de la demanda, en el medio y largo plazo la solidez y competitividad de nuestro crecimiento dependerá de cómo sepamos afrontar y priorizar las reformas estructurales pendientes.

Frente a la rapidez de los cambios y el deterioro de la situación económica y financiera, insistimos en que es tan importante actuar con medidas que estimulen la reactivación y aseguren el empleo, como ser capaces de reconducir aquellas que se revelen menos efectivas. Para ello se deben establecer mecanismos más efectivos de activación y asignación del crédito y más eficientes de recolocación y formación, no dejando exclusivamente en manos de las inyecciones de recursos y del déficit consecuente la salida a una crisis en la que son imprescindibles medidas fiscales y laborales directas orientadas a la economía productiva y al empleo.

Conseguir estos objetivos requiere de una gran dosis de liderazgo y, sobre todo, de un gran acuerdo, como ha venido reclamando nuestro grupo parlamentario. Un gran acuerdo entre todas las fuerzas políticas, con bases sólidas de diálogo, que permita establecer una hoja de ruta, que evite la actual dispersión en las medidas económicas y financieras, que establezca unas bases de consenso sobre el modelo de crecimiento y, sobre todo, que permita transmitir un mensaje de confianza al conjunto de la sociedad; una confianza que hoy es imprescindible recuperar.

Ante esta situación, hemos lamentado el inmovilismo hasta hoy evidenciado por parte del Gobierno en la búsqueda de este acuerdo y en el seguimiento de la efectividad de las medidas que se van articulando. Ante esta misma situación esperamos que el nuevo Gobierno rompa con esta tendencia e inicie la búsqueda de un acuerdo que entendemos imprescindible para la salida de la crisis. Entendiendo que es esencial que todos, desde el ámbito público y el privado, actuemos desde la responsabilidad que tenemos, por acción u omisión, en el pasado, presente y futuro de nuestra economía y de nuestra sociedad.

De cómo orientemos hoy las medidas económicas y sociales dependerá de cuándo y cómo salgamos de la crisis, y de cómo afrontemos las reformas pendientes dependerá la solidez de la transformación y la competitividad de nuestra economía. Aprobar la asignatura pendiente de la transformación no es fácil, por su dimensión y los cambios estructurales que la acompañan, ni está exenta de riesgos y requiere de un gran consenso; pero es la única oportunidad que tenemos para establecer unas bases más sólidas de crecimiento y una economía más diversificada, más innovadora e internacionalizada, más productiva y en definitiva competitiva, que estimule una actividad económica que asegure el valor del empleo y se base en el valor de la formación.

Es innegable que nuestra sociedad tiene grandes capacidades y activos que no hemos ni de perder ni de dejar de recordar. Pero es innegable que la crisis internacional y financiera ha evidenciado nuestras fragilidades de fondo y ha puesto de manifiesto de manera drástica la asignatura pendiente que tiene nuestra economía, la de la transformación de la que dependerá la solidez de nuestra salida de la crisis y la competitividad de nuestro futuro y en la que deberemos contar con todas nuestras capacidades y activos.

Inma Riera. Diputada de Convergència y Unió

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