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A fondo
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Ficciones financieras en la Seguridad Social

Cada día se jubilan en España mil personas y dejan de percibir prestación de jubilación una cantidad algo inferior por fallecimiento. Pero mientras la caja de la Seguridad Social se ahorra al mes 739 euros por cada jubilado que pasa a mejor vida, tiene que empezar a gastar 1.115 por cada pensionista que llega. Además, si al recién finado le ha abonado la pensión una media de catorce años, al recién llegado lo tendrá en su nómina casi dieciocho. Mal trabajo este de tesorero de la Seguridad Social.

Este endiablado rapto de las matemáticas es lo que los actuarios de los sistemas de pensiones llaman efecto pasivo de sustitución, con un sobrecoste para la caja por cada pensionista de 376 euros al mes, 5.264 euros al año y de 94.752 en los dieciocho años que hoy, de media, se espera que viva el flamante jubilado gracias a la mejora sostenida de la esperanza de vida. Si el pensionista recién fallecido ha costado a la Seguridad Social 10.351 euros al año y 145.000 en toda su estancia en el sistema como pasivo, al recién llegado le abonará 15.613 euros al año y 281.000 en todo su retiro.

Los buenos actuarios del sistema de reparto compensarían de inmediato el efecto pasivo de sustitución, que multiplica los pagos, con el efecto activo de sustitución, que magnifica los ingresos: cada trabajador que entra en la cuenta de cotizantes de la Seguridad Social aporta más recursos que el que sale para jubilarse. Esto ha sido casi siempre así, y así debería seguir siendo en una economía de productividad creciente; pero es un concepto financiero que está en revisión, porque no ha sido así en España en unos años en los que la llegada de cotizantes ha estado copada por inmigrantes en sectores de bajo valor añadido.

'No descarto que algún día alguien tenga que hacer algo con las pensiones', dicen que dice Zapatero

Para que, con los comportamientos actuales de los dos efectos de sustitución (ingresos y pagos), la Seguridad Social tuviese unas finanzas saneadas debería concurrir una tercera circunstancia: que el flujo de nuevos cotizantes, la generación de empleo, el verdadero combustible de un buen sistema de protección social, no cesase nunca. El vigor de esta variable en los últimos lustros ha devuelto a la Seguridad Social a unos números negros apreciables, pero estructuralmente muy endebles por la estructura demográfica y muy vulnerables al mínimo estornudo cíclico. El toque de atención del gobernador del Banco de España sobre la debilidad financiera de la Seguridad Social ha abierto la caja de unos truenos que suenan con estruendo en cada crisis. Pero negar las evidencias como lo hacen los políticos más granados del Gobierno ayuda poco a solventar los problemas, y desde luego bastante menos que alertar de los riesgos para la sostenibilidad.

¿Alguien se cree que cuando los ingresos por IVA, Sociedades o IRPF caen a tasas cercanas al 20%, y el Estado espera un déficit fiscal del 8%, la Seguridad Social va a ser inmune? ¿Cuánto tiempo puede durar la ficción de un superávit cogido con alfileres si el PIB cae un 3% este año y se lleva por delante un millón y medio de empleos? Un comodín de 9.000 millones es poca cosa si los ingresos se desploman como lo han hecho ya los estatales, y no hay razón para pensar que se comportarán mucho mejor: cuando sube el nivel de las aguas, lo hace por todas las rendijas. Si el Estado ha pasado de un superávit cómodo a un déficit desconocido, los flujos financieros de la Seguridad Social, que pierde ocupados a ritmos del 7% y con avance nulo de las bases, se resentirán.

Hay explicaciones a una caída más lenta en los ingresos de la Seguridad Social que en Hacienda; pero tienen carácter temporal. Hasta febrero los ingresos por cotizaciones descendieron un 1,7%, pero en casi un 5% las devengadas en el régimen general (asalariados), que es el meollo del sistema. Se sostienen temporalmente porque un colectivo de 2,3 millones de desempleados sigue ingresando sus cuotas, desde la caja del Inem, en la Seguridad Social mientras perciben seguro de paro, en una especie de absurda trampa fiscal en el solitario. Esa partida ha crecido a febrero el 36%.

Ficción de 14 meses

Pero esta ficción se mantiene sólo 13 o 14 meses, los mismos que pervive la prestación contributiva media. Cuando ésta ceda, y comenzará a hacerlo de forma acelerada desde octubre (la eclosión del desempleo se produjo desde el verano pasado), la Seguridad Social perderá afiliados a velocidad demoledora, porque no se atisba creación de empleo de sustitución. Si hace un año los cotizantes en desempleo eran 1,36 millones, ahora son 2,27. Los afiliados ocupados han descendido, pero los totales, aún no lo han hecho.

Además, pese al terreno recuperado en retraso de la edad media de retiro, vuelve a repuntar el crecimiento del número de pensionistas de jubilación como mecanismo de ajuste por la crisis. Si hace un año el ritmo de avance de las jubilaciones era del 1,18%, ahora es del 1,95%: casi el doble, desenterrando una práctica perversa que en los ochenta convirtió a la Seguridad Social en el mejor mecanismo de solución de crisis empresariales.

Es verdad: en los últimos años se han hecho retoques. Pero se han esquivado las reformas que fortalezcan el carácter contributivo del sistema, aquellas que prolonguen el tiempo cotizado para calcular la prestación y resten generosidad y 'solidaridad' a la escalad de aseguramiento, para impedir que nadie se lleve lo que no ha puesto. Las reformas se deben hacer cuando hay margen. Zapatero dicen que dijo en privado que 'no descarto que algún día alguien tenga que hacer algo con las pensiones'. ¡Cuánta pereza proporciona el fondo de reserva!

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