Paños fríos para la energía termosolar
Con cautela, con miedo, con incertidumbre, con muchas expectativas. Con mucho que ganar por delante. La energía termosolar se enfrenta a sus años decisivos en España y en el resto del mundo. Es el tema más candente en el sector.
Por poner en situación a cualquier lector que nunca oyó hablar de esto, la energía solar termoeléctrica es, por supuesto, una fuente renovable. La tecnología se basa en concentrar el calor del sol a través de unos espejos en un líquido que, de distintas formas según la tecnología elegida, terminará produciendo vapor de agua. Ese mismo vapor mueve una turbina y produce electricidad o alimenta una máquina.
Las plantas termosolares son mucho más grandes que las de sus hermanas fotovoltaicas. Hay muy pocos que se decidan a construir una que tenga una potencia menor a 50 MW. Es una tecnología cara (sacar adelante una central de este tipo cuesta entre 200 y 400 millones de euros) pero valiosa y prometedora. Su desarrollo tecnológico le permite una particularidad especial: es gestionable porque la energía producida puede almacenarse. No se pierde, como le puede ocurrir a la eólica. Así, puede seguir abasteciendo incluso de noche.
Se acerca el momento crítico de negociar un nuevo marco regulatorio estable para esta energía
Sin embargo, pese a que, desde hace meses, los entendidos en renovables esperan el boom de la termosolar, éste no acaba de producirse. Ni se producirá. A la fiebre termosolar se le han aplicado varios paños de agua fría que han impuesto la cautela entre los promotores.
Para empezar, no hay dinero. Y eso que en estas plantas no se han metido más que las grandes constructoras e ingenierías españolas (Abengoa, ACS, Acciona...) Pero la crisis es ese elemento inevitable que pone cada proyecto en su lugar. No es fácil convencer a un banco para que aporte 400 millones a una tecnología que tiene pocos ejemplos en funcionamiento.
Y mucho más difícil será si el sector no conoce cuál va a ser su futuro a medio plazo. La regulación para el Régimen Especial, establecida en el Real Decreto 661/2007, establecía, tanto para la solar fotovoltaica como para la termosolar, unos objetivos de potencia que quería tener cumplidos para 2010. En el caso de la termoeléctrica, el techo está en los 500 MW. Una vez se ponga en marcha el 85% de esta potencia, Industria dará un plazo, que la industria estima de unos dos años, para que las plantas que están en construcción o terminando los trámites administrativos se completen y conecten a red.
El tope, si las previsiones de las empresas se cumplen, se alcanzará en menos de dos años. De hecho, a finales de 2010, la potencia instalada en energía termosolar duplicará muy probablemente la establecida por la normativa. Y nadie sabe qué pasará a partir de ahí.
'La incertidumbre regulatoria actual es crítica. Sólo en pedir las licencias se tardan 18 meses y en construir, otros 24 meses. Cualquier promotor sabe que si se pone a construir más tarde de este verano, con alta probabilidad no podrá entrar en el actual sistema de primas', afirman desde la consultora especializada Eclareon. Nadie quiere correr, porque las carreras en las renovables dan mucho miedo tanto dentro del sector como en el Gobierno, con lo que los promotores prefieren construir más despacio, a ver qué pasa. Sólo ACS dibuja un escenario propio concreto en termosolar hasta 2012: planea poner en marcha 350 MW más en España. El resto se muestra muy cauto o plantea su futuro más concreto fuera del territorio.
Es el momento crítico e inevitable de la negociación, ahora que Industria además dibuja el primer borrador de la futura Ley de Eficiencia Energética y las Energías Renovables. Para la industria, es vital que ya en esa ley se establezca un marco regulatorio estable a largo plazo y así lo plantean desde APPA Termosolar: 'Ahora es un buen momento para que se arbitren los consensos con el Ministerio de Industria y su valioso organismo IDAE y que la tecnología solar termoeléctrica tenga un desarrollo sostenido en el tiempo'. La sostenibilidad es el mensaje principal porque, como ya se ha dicho, las carreras dan miedo.
La situación que vivió la industria solar fotovoltaica el año pasado, con crecimientos por encima del 500% en potencia instalada, y su posterior regulación, que ha establecido arduos mecanismos de control y limitación a la expansión de esta energía, da terror al sector. Nadie quiere repetir la experiencia. Ni siquiera los fabricantes de componentes para plantas termosolares, escasos a nivel mundial. Porque ven cómo están sufriendo ahora los fabricantes españoles de placas solares fotovoltaicas, ahogadas por los recortes en el mercado y la ardua competencia china.
La crisis y las incertidumbres ya han obligado a algunos promotores a retirar pedidos realizados y la situación se ha aliviado pero, hasta hace seis meses, el plazo de entrega de los componentes termoeléctricos superaba los 18 meses. 'Hemos sufrido verdaderos cuellos de botella a causa de la escasez de proveedores pero nadie quiere incrementar la producción de momento, por si acaso', afirma un directivo de la industria. Es verdad que la crisis no permite alardes pero también es cierto que el mundo está a la espera de lo que se haga en España.
No es una afirmación exagerada porque en este caso, España tiene en su mano liderar en solitario la carrera de la energía solar termoeléctrica a nivel mundial. Como señalan los expertos, España es importante en energía eólica pero tiene serios competidores fabricantes y promotores en Alemania, Dinamarca o India. La energía solar fotovoltaica española es referente a nivel mundial pero también lo es Alemania o Japón.
No es así en termoeléctrica. En Europa, España es la única desarrollándose y sus promotores están exportando la tecnología a todo el mundo. Casi todo lo que se hace en EE UU o en Oriente Medio, futuras mecas termosolares, es con construcción o ingeniería española. Nunca se ha visto España con esta capacidad potencial de liderazgo. ¿Cómo lo aprovechará?