El liderazgo de España en el mundo depende de su capacidad para afrontar reformas
El futuro liderazgo de España en el mundo dependerá de su capacidad para realizar ciertas reformas estructurales internas que resultan "inaplazables", según un estudio realizado por el 'Real Instituto Elcano' sobre el papel que España puede y debe jugar en los organismos en el actual contexto de crisis financiera.
El estudio destaca que sus "evidentes carencias internas" residen en la educación y el conocimiento científico, y en la baja productividad, como consecuencia de una reducida competencia externa y de una alta dependencia de la financiación exterior, es decir, de un déficit estructural de la balanza de pagos.
En este sentido, advierte que aunque la crisis azota con "gravedad" a España, recae en el Gobierno la responsabilidad y capacidad de aprovechar las oportunidades que ésta proporciona para lograr insertar al país de forma estable en el nuevo orden internacional en un lugar que le permita desplegar todo su potencial como actor global.
Por ello, resalta la necesaria conexión entre la solidez interna y el crecimiento económico sostenible a largo plazo de cualquier país con su relevancia internacional y señala que al margen de las reformas estructurales necesarias en el nivel interno, la acción exterior debe tener mayor claridad estratégica y una mayor fortaleza y efectividad.
El estudio también pone de manifiesto que la diplomacia española no ha priorizado durante los últimos diez años la presencia de España en los diversos foros selectivos de la gobernanza económica y financiera global, como el G-7, G-8, G-10 o G-20, a diferencia de otros países europeos.
Junto a esta carencia, señala que existen otras debilidades más generales de la política exterior que se conectan al "muy reducido" gasto público destinado a las partidas clásicas de política internacional y de defensa.
A su juicio, la responsabilidad que conlleva ser grande y aspirar a ejercer un cierto liderazgo global tiene su correlato en los crecientes compromisos de esfuerzo financiero y humano que hay que realizar por parte de la diplomacia o las Fuerzas Armadas españolas.
Mayor coordinación
Aunque el estudio reconoce que ha habido importantes avances en los últimos tiempos, recoge que el problema estructural del "escaso" presupuesto militar -es el más bajo de la OTAN sobre el PIB-, o el "reducido" número de diplomáticos y misiones debe ser atendido si España desea ganar la apuesta del protagonismo en la globalización.
Además, destaca que la labor de lograr un papel más importante en el exterior requiere también de un mayor esfuerzo por coordinar mejor a los distintos actores públicos implicados, como Ministerios y Comunidades Autónomas, a los partidos políticos, a los sindicatos y organizaciones empresariales y a la acción público-privada, entre otros.
Asimismo, indica que España debe optar "decididamente" por ser una potencia media de ámbito regional pero con proyección global, que tenga importantes intereses que defender en el exterior y pretenda hacerlo a través de una ambiciosa acción diplomática propia, aunque inserta en el multilateralismo eficaz a tres niveles, europeo, occidental y global.
A su juicio, si España no opta por este modelo irá perdiendo peso en el exterior, lo que se traducirá en una menor posibilidad de moldear la globalización de acuerdo con las prioridades del país y ventajas competitivas.
El estudio también resalta que la magnitud de la actual crisis y los desafíos planteados por la imparable globalización requiere un nuevo contrato o pacto global que incorpore a potencias desarrolladas grandes y medias y a las economías emergentes, y aunque de otra forma se carecerá de la legitimidad necesaria para afrontar los grandes retos del futuro.