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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Una recesión dura, larga y dolorosa...

El viernes se conoció que la producción industrial registra unos descensos interanuales de más del 20%, cifra coherente con indicadores de demanda como las ventas de coches o el comportamiento del mercado de trabajo, que destruye más de 100.000 puestos de trabajo al mes. Son tres pistas del desempeño extraordinariamente recesivo de la actividad en España, que suma al escenario difícil de la crisis financiera internacional el declive propio de una economía que ha acumulado excesos y desequilibrios a velocidades de vértigo durante catorce años. De tal calibre es el declive que el Banco de España ha replanteado el escenario macroeconómico para este y el próximo ejercicio y adivina un periplo recesivo que en el mejor de los casos culminaría a finales de 2010, lo que supone que la contracción de la economía se extendería 10 trimestres, con caídas de la producción del 3% este año y del 1% el próximo.

Este escenario, que el propio vicepresidente Solbes ha hecho suyo, situaría el mínimo cíclico en algún momento de este año, que registrará descensos de la inversión de más del 15%, con un ajuste mucho más intenso en el equipamiento de las empresas (descenso del 24,3%) que del gasto en construcción (caída del 12,9%, con un 20% en la residencial). No obstante, este mínimo cíclico sólo supone que los descensos adicionales serían de inferior calado, pero supondría que la destrucción de empleo no habría concluido y que el paro llegaría a una tasa del 19,4%, que en términos absolutos, y con la población activa estable, supondría nada menos que 4,5 millones de desempleados. Sólo el día que termine la destrucción de empleo (el paro es un indicador retrasado de la actividad por el sistema proteccionista del mercado laboral) podrá hablarse de mínimo cíclico y de la posibilidad de una recuperación real, por mucho que otros indicadores, financieros o de actividad, hayan hecho antes su inflexión.

El Banco de España insiste en la necesidad de hacer reformas para recuperar la confianza ahora y estirar el crecimiento potencial en el futuro, y para reabsorber de nuevo todo el empleo destruido. Y no queda más camino que las reformas en profundidad de los mercados de factores, bienes y servicios, porque el resto de los instrumentos están agotados, especialmente el fiscal. Los ejercicios de estímulo realizados hasta ahora, junto con la pérdida de recaudación e incremento del gasto en estabilizadores, han llevado el déficit fiscal por encima del 8% este año y el próximo, y la deuda pública hasta el 60% del PIB, siempre y cuando no se adopten nuevas medidas expansivas en materia de gasto público, lo que supone que en sólo dos años se ha destruido el esfuerzo de rigor presupuestario de diez. Volver a la senda del equilibrio para recuperar el favor de un mercado exterior que tendrá que seguir sustentando la financiación de la economía española es la primera obligación de los gestores de la economía. No hay excusa.

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