Cómo construir un nuevo modelo
En el periodo 1992-2007 el mundo ha vivido una fase expansiva de crecimiento que ha sido especialmente intensa entre 2004 y 2007. Durante esos cuatro años las tasas de crecimiento en el conjunto del mundo nunca se han situado por debajo del 4,5%, con una tasa media anual acumulativa del orden del 5%.
Sin embargo, el final de esa etapa ha dado paso, de forma abrupta, a un escenario de crisis financiera y económica mundial en el que la vertiginosa velocidad de propagación de la crisis y su profundidad también han alcanzado tintes históricos.
Los calificativos aplicados a esta crisis, considerada ya más grave que la del 29, han ido subiendo de tono, hasta llegar a los horrorizante o aterradora que el premio Nobel Paul Krugman ha empleado durante su reciente visita a España. Personalmente considero que es la peor crisis económica y financiera mundial que he visto en mis más de 50 años de vida profesional y empresarial.
España ha participado de forma sobresaliente en la fase expansiva, tras una década y media de crecimiento, y todo apunta a que su comportamiento, una vez que el Instituto Nacional de Estadística ha certificado el escenario de recesión económica, será igualmente destacado en cuanto a la persistencia de la crisis. La coyuntura española es especialmente grave porque a la crisis financiera mundial se suman en nuestro país dos crisis propias: la inmobiliaria y la de pérdida de competitividad.
Nuestro problema es profundo y exige medidas inmediatas. España tiene que ajustar su sector inmobiliario, seguir invirtiendo en infraestructuras y aplicar un conjunto de reformas estructurales que mejoren la competitividad de su economía debilitada por una inflación y un crecimiento de los costes laborales unitarios superiores a los de la eurozona y por haber alcanzado el mayor déficit exterior del mundo en porcentaje anual del PIB.
La burbuja inmobiliaria ha alcanzado una especial magnitud en España. El precio de la vivienda ha crecido un 193%, es decir se ha triplicado, en nuestro país entre 1998 y 2008, y durante los últimos años del boom se ha construido a un ritmo de 700.000 viviendas anuales, el doble de la demanda sostenible a largo plazo, que según diversas estimaciones se encuentran entre 350.000 y 400.000.
La exuberancia inmobiliaria ha sido el modelo de crecimiento de nuestra economía en los últimos 15 años y ha generado un sector de la construcción hipertrófico, cuyo tamaño (expresado como ventas del sector construcción respecto del PIB) era en 2007 el doble de la media mundial. Así, un 19% en España, frente al 10,7% de la UE-27, al 9,7% de Alemania y al 9,1% y 9% de Reino Unido y Francia.
El pinchazo de esta burbuja ha provocado la destrucción de 535.000 empleos en la construcción durante 2008, casi el 20% del empleo total del sector. Pero este ajuste continuará hasta que el mercado digiera el stock actual de al menos un millón de viviendas sin vender -cifra equivalente a la demanda de tres años-, lo que supondrá la peor crisis en la historia del sector.
La senda más realista para la estabilización del conjunto del subsector de construcción residencial pasa por facilitar la compra de viviendas por las familias, con medidas para reabrir el crédito, y por una decisión valiente de los promotores para aceptar precios realistas, con rebajas sustanciales y asumiendo pérdidas.
Junto a estas medidas y las adoptadas en materia de inversión en infraestructuras, como medidas de choque para ganar tiempo y atenuar el profundo impacto de la crisis, es necesario emprender actuaciones de carácter estructural para mejorar la competitividad de la economía española y su capacidad de crecimiento a largo plazo.
España ha sufrido y sufre una enorme pérdida de competitividad que se refleja en dos indicadores clave: el diferencial de inflación, que desde la integración monetaria, hace 10 años, en la zona euro, ha sido de una media de un punto porcentual al año, y el intenso crecimiento de los costes laborales unitarios, que han aumentado un 25% en España, frente al 14% en la UE, desde la creación de la Unión Monetaria en 1999.
Para hacer frente a este problema, considero imprescindibles reformas:
l En el ámbito de la educación, para mejorar nuestro capital humano.
l De apoyo a la inversión en I+D+i y a la implantación de nuevas tecnologías.
l De mejora de la competencia en el sector servicios y en el mercado energético, que hay que liberalizar para reducir tensiones inflacionistas.
l Del mercado laboral, para aumentar su flexibilidad y eficiencia.
l Del sistema impositivo, para fomentar la inversión productiva y el empleo, conteniendo el gasto público y reduciendo el impuesto de sociedades y las cuotas a la Seguridad Social, factores en los que España figura en la parte alta de los países europeos.
l Y una necesidad fundamental de respetar la unidad del mercado español.
En definitiva, se trata de construir un nuevo modelo de crecimiento económico, en el que se apueste firmemente por la aplicación de permanentes políticas de austeridad y también de permanentes políticas de incremento de la productividad y competitividad. Asimismo hay que tener siempre presente el papel fundamental de la I+D+i como soporte de la mejora de la productividad. Y todo ello con prudencia financiera, con más ahorro y menos deuda.
Estoy convencido de que tenemos capacidad para superar la actual coyuntura de recesión, pero la crisis está golpeando con fuerza y, como ya he comentado en foros anteriores, y ahora reitero, necesitaríamos un gran pacto de Gobierno y oposición y también de los representantes económicos y sociales, comprometiéndose de forma conjunta para hacer frente a la difícil situación que hoy vive nuestra economía y que hemos de superar con el esfuerzo de todos.
Juan-Miguel Villar Mir. Presidente de OHL