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Columna
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Al rescate del automóvil

¿Cree que la reestructuración del sistema bancario es complicada? Los problemas del sector automovilístico estadounidense son incluso más difíciles de resolver. La Administración Obama, impertérrita, parece determinada a asumirlos.

El paquete de rescate del sector anunciado el lunes es agresivo. Exige recortes de gasto mucho más pronunciados que los que había contemplado Rick Wagoner para General Motors antes de ser retirado de su dirección este fin de semana. La antaño poderosa automovilística parece destinada ahora a la bancarrota -algo a lo que Wagoner se resistió ferozmente-. Chrysler, más pequeña y débil que GM, sólo tiene un mes para asegurarse apoyo exterior. Mientras tanto, los contribuyentes estadounidenses avalarán la garantía de los vehículos de los dos fabricantes.

El Gobierno de EE UU se está encargando de las finanzas, estrategia y gestión de dos de las tres productoras domésticas de automóviles. Un sueño hecho realidad para los marxistas, o una pesadilla para el libre mercado.

Obama ya está peleándose con la política industrial en el sector financiero. Los contribuyentes están financiando los depósitos y proporcionando grandes dosis de capital, mientras que las autoridades deciden cómo deben llevar sus negocios los bancos y las instituciones similares. Pero la banca es un asunto sencillo. El capital puede ser creado a golpe de bolígrafo gubernamental. Una vez que las instituciones tienen suficiente, se las puede dejar solas para que presten y tomen prestado. La banca continúa siendo un negocio viable en EE UU.

Los coches son otro asunto. El capital de una industria automovilística exitosa no es financiero. Necesita trabajadores cualificados, conocimientos mecánicos, fábricas eficientes y acuerdos de distribución. Este capital industrial no se repone fácilmente.

Durante décadas, las automovilísticas estadounidenses han estado erosionando su capital, incluso cuando registraban beneficios. Ahora sus plantillas son demasiado grandes y viejas, generalmente van a la zaga a nivel tecnológico y tienen demasiados distribuidores. La pronunciada recesión ha convertido estos problemas en un desastre de liquidez. Obama luchará por revertir tal tendencia.

Mientras que las compañías estadounidenses tropezaron, otros productores han ganado mucho, tanto en EE UU como en el resto del mundo. La industria automovilística británica sufrió una vez un desafío similar. Acabó en manos extranjeras prácticamente en su totalidad. Puede que EE UU siga el mismo camino.

Por Edward Hadas

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